Wednesday, November 25, 2009

vidas paralelas.(Comentario de Tomás Urquiza a la tercera parte de “El Tercer ‘Che’”)





Un tal Plutarco escribió un libro con este título. Aunque está en mi biblioteca heredada desde los tiempos de mi abuelo, no lo he leído. Ni lo leeré. No sé ni quien fue Plutarco. Ni me interesa. Soy un hijo de la modernidad y ella se basta a sí misma. No necesita referentes anteriores. Pero, ese nombre dentro del título me cautiva desde cuando era "una brizna yo" de lo que soy. Leyendo tu texto, que se me antoja flameante, vuelvo a pensar en él, en Plutarco. Y siento un gran vacío. Recuerdo que mi madre, que era comunista cuando no era bien visto, y siguió siéndolo hasta que la decepción la llevó a la tumba, no amaba especialmente a Che. Al igual que Nena, la madre tuya, la mía fue arrastrada hasta la desesperación, el naufragio, por aquella corriente desatada por la entrega de Blas a Fidel, de las banderas del PSP*. En mi memoria, tiene tonos dramáticos, de "fin del mundo", como diría un poeta, el cumplimiento de aquella orden dictada desde Moscú y cumplida en La Habana, una ciudad que acababa de despedirse de un Jean Paul Sastre que había, como Che, alucinado con el cosmopolitismo habanero. No por gusto describió que ocurría "un huracán sobre el azúcar". Y estaba en lo cierto aquel filósofo francés -quien tuvo la terrible oportunidad de presenciar la voladura del vapor La Coubre y ver los muertos y asistir a su imponente entierro, con una calle 23 alfombrada de flores blancas- el huracán lo había desatado un aleteo de mariposa ocurrido en nadie sabe dónde y sería, está siendo, más que nunca, devastador. De aquel día, es la foto del guerrillero Ernesto que ha recorrido el mundo. La foto del profeta armado por la historia. La imagen más difundida de todos los tiempos. La que preside los actos (últimamente festivos) en la Plaza y las pachangas en las discotecas y las manifestaciones en La Paz, cerca de donde dejó de ser Guevara carne y hueso ("polvo enamorado", diría otro poeta); y los eclécticos discursos en Caracas; y las revueltas antiglobalistas, donde quiera que se reúnan quienes marcan el abismo real entre ricos y pobres y emergentes. El Che, su imagen, es un paradigma más vinculado con el ideal de la justicia que con la injusta realidad que él quiso vindicar. Es un símbolo Che, y, como tal, puede interpretarse de diversas maneras, un ser (o no) sujeto, como Cristo o Buda, a las subjetividades. La de Nena, entre otras. O la de Chávez. No sé si Osama Bin Laden, la tiene en su santuario terrorista. Ignoro si Obama, el mulato presidente del "imperio" al que Che recomendó no darle "ni tantito así", tuvo a Che, a su imagen justiciera, entre los íconos de su juventud. Pero todos tuvimos y conservamos -en lo más profundo de nuestro inconsciente social- un Che, de plomo ardiente o briznas de hierba seca, o quien sabe qué. ¿Quién sabe? Y volviendo a Plutarco, Octavio, somos dos líneas en el mismo espacio. Somos dos puntos en el mismo tiempo, al que nos une el Che, entre otros dioses muertos. Y vamos a dejarlo que descanse en paz.


*Blas Roca -el secretario general del Partido Socialista Popular (PSP), que era el enmascaramiento del partido comunista cubano subsidiario del Comintern fundado por Stalin antes de la revolución de Fidel castro- le entregó a este el liderazgo del partido, ignorando los estatutos de la organización. Los mismos establecían que una decisión de tal magnitud debe ser tomada por el congreso del partido. Ello provocó no poco disgusto en buena parte de sus afiliados.



Thursday, November 19, 2009

EL TERCER “CHE” (TERCERA PARTE)



Como ya he dicho, mi madre era una fanática del Che y de su "nuevo" sistema financiero administrativo. En consecuencia, trabajaba todos los días hasta tarde en la noche en pro de su aplicación. Ello se combinaba con larguísimas reuniones, trabajos voluntarios, guardias de milicias y del CDR que, junto a sus estudios en la Universidad, la tenían completamente absorbida y exhausta pero feliz. Así, quedé bajo la blanda supervisión de mis abuelos, mucho más condescendientes que ella, que me permitió correrme más tiempo con la pandilla del barrio. Tantas fueron mis fechorías -que llegaron hasta la fuga sistemática de la escuela secundaria desde la mañana para aparecer tarde en la noche- que mi padre descendió de las nubes a poner orden y me becó en un remoto instituto tecnológico para alejarme del poco revolucionario influjo callejero.

Meses después de mi encierro -a mediados de 1964, creo-, en uno de aquellos escasos pases de fines de semana, al llegar a mi casa, encontré a mi madre desconsolada. Su empresa había cerrado y ella, como casi todos los cuadros del personal administrativo, había sido "racionalizada", eufemismo que se empleaba en aquella época para clasificar a los desempleados. Había comenzado la ahora ignorada "lucha contra el burocratismo". Los medios arremetieron violentamente contra el aparato de control económico creado por el Che. Las publicaciones y programas televisivos cómicos se mofaban de las siglas de las empresas, inventando algunas como la ECOTIMBA, la ECOBEMBA y otras peores para desprestigiarlas más aún ante la opinión pública. Hasta una de las películas más recordadas del cine revolucionario (La Muerte de un Burócrata de Tomás Gutiérrez Alea) fue ampliamente financiada por el estado para integrarla al arsenal de esta nueva "batalla" revolucionaria. Fue en aquella época en que la gente se percató de la desaparición del Che de la vista pública y comenzó a correr de boca en boca el rumor de su partida a "otras tierras" para luchar por la liberación de los pueblos.

Aunque a los adolescentes nos estaba vedado acceder a los corrillos de adultos, cuando mi madre recibió el título de su graduación universitaria, la escuché murmurarle a una antigua compañera de luchas "de qué me sirve este título ahora que a él lo han desaparecido". No había que ser muy avispado para saber que ese "él" de marras no era otro que el Che Guevara. Años más tarde, llegó a mí el rumor de que este había sido secretamente sustituido por ciertos problemas ocurridos en un central azucarero. Sin embargo, mucho tardé en comprender que el Che había perdido su lucha por el poder en Cuba. Las campañas "revolucionarias" que siguieron su mutis político fueron diseñadas, entre otras cosas, para borrar del mapa todo el trabajo que había desempeñado en institucionalizar la economía socialista. Así, la lucha contra el burocratismo no sólo desarticuló todos los mecanismos administrativos y de control económico sino que expulsó de la estructura estatal a todos los funcionarios formados por el Che. Posteriormente, la ofensiva revolucionaria y la lucha contra la "microfracción" terminaron el proceso de hundir al país en la más absoluta anarquía y posicionar en los órganos del Estado todos aquellos elementos absolutamente fieles a Fidel Castro a cambio del disfrute de la malversación de los despojos de lo que había quedado de la otrora nación cubana.

Particularmente, el proceso de la "microfracción" fue dirigido oficialmente contra los elementos comunistas que nunca aceptaron la entrega del partido a Fidel Castro por Blas Roca y Carlos Rafael Rodriguez. Sin embargo, en este proceso, cayeron en desgracia y hasta en prisión muchos revolucionarios del 26 de julio, del directorio revolucionario y otras organizaciones revolucionarias sin relación con los comunistas. Si entre 1959 y 1964, Fidel Castro había logrado eliminar toda la oposición interna denominada como "contrarrevolucionaria", en 1968, logrará eliminar toda la disidencia o competencia política dentro de las filas revolucionarias. Las barreras de selección para ingresar al Partido y a la Juventud se habían bajado desde un par de años antes para darle la entrada a la multitud de arribistas y marginales que acallará los elementos revolucionarios que aún intentaban mantener a la revolución dentro de determinadas pautas morales y políticas. Algo peor ocurrió con la Federación de Mujeres Cubanas y los Comités de Defensa de la Revolución. Estos dejaron de ser clubs exclusivos de revolucionarios, bajo protesta de muchos, para convertirse en organizaciones masivas y obligatorias con el fin de controlar a toda la población. En el 68, además, la llamada "ofensiva revolucionaria" terminará de implantar el monopolio estatal absoluto sobre la economía, eliminando las más microscópicas actividades económicas particulares en la Isla con la confiscación de hasta las latas que llevaban al hombro los vendedores ambulantes de maní. Fidel Castro, vencedor absoluto, se alzará así con el poder total y embarcará al país en los más descabellados planes económicos y políticas internacionales. Y, mientras mi madre lloraba la muerte del Che en octubre de 1967, una turba vino a derribarle literalmente a palos del frente de nuestra casa el cartel del Comité de Defensa de la Revolución que ella había fundado en septiembre de 1960 para entregárselo a la persona más corrupta y marginal de la cuadra, mujer de un agente de la seguridad del estado por demás.

Thursday, November 12, 2009

EL TERCER “CHE” (COMENTARIO DE TOMÁS URQUIZA*)



…bueno, es que anoche no podía analizar tu texto sin que en ello incorporara mis ideas al respecto. En mi opinión tu texto contiene la idea de que el argentino representaba un modelo más racional contrapuesto a la irracionalidad de tu tío. No creo que Fidel sea precisamente irracional. La manera en que ha manejado los asuntos cubanos demuestra lo contrario. Fidel conoce y encarna la cubanidad en todos sus aspectos.


El Che era un advenedizo, con respecto a la cubanía. Me imagino el susto que debe haberse dado cuando llegó a La Habana y vio que era una ciudad cosmopolita, con una identidad propia, distinta a los espejos europeos de las urbes argentinas. De ese impacto no se recuperó jamás. De hecho nunca comprendió la relajada, indiferente, dislocada cultura habana. Si ese desconocimiento se conjuga con el "poder" que como administrador primero de la banca y ministro después de la industria, en un país agro-industrial, como era la Cuba de entonces, abre una puerta de análisis hacia la interpretación de lo que estaba realmente sucediendo hacia lo interno del sistema de poder.


Fidel y los comunistas moscovitas controlaban el INRA, o sea la parte agrícola del sistema cubano. La racionalidad del Che, que no sabía nada de banca ni de industria, pero que tuvo la habilidad de reunir en torno suyo a una inteligencia de clase media (pequeño burgueses, clamaban con razón los viejos comuñangas) casi toda formada en universidades de USA para integrar una tecnocracia de izquierda, pero desvinculada de Moscú. Con esos "compañeros de viaje", pudo constatar el Che que el socialismo no era viable en el trópico sin aportarle cierta disciplina. En su despiste, creyó hallarla en el modelo asiático de socialismo, pero pronto comprendió que los modelos contables más dinámicos y adaptables a la realidad cubana provenían de Chicago y no de Shangai o Pionyan. Sin cortar con que los "experimentos" fidelistas, que a la vez se contraponían al centralismo burocrático de corte soviético de Carlos Rafael, presidente del INRA, obstaculizaban la eficacia industrial. Estas desavenencias de "estilo" no podían generar más que una explosión a lo interno de la dirigencia. Sobre todo de una dirigencia armada. Recuerda que todos eran comandantes y mandaban o habían mandado hombres armados. Recuerda que los comunistas tenían un sistema clandestino que había sido preservado intacto durante el tiempo que para Fidel y el Che había sido de "lucha armada". Adiciónale a la esta mezcla el maquiavelismo fidelista.


Recuerda que fue Carlos Rafael quien, tras la crítica del anibalismo, tuvo la triste encomienda de "informar" al pueblo de la institucionalización de la libreta. Recuerda que el ministro encargado de implementarla fue Manuel Luzardo, un líder comunista. Recuerda que Lázaro Peña había desarticulado el sindicalismo... Pero no debes olvidar que fue Che el que promovió la idea de la austeridad consumista, como mecanismo de ahorro para alcanzar los fondos que garantizaran el financiamiento capaz de acelerar el desarrollo industrial. Fidel suavizó la inevitable (in/ex)plosión de la cúpula con la crítica pública del "anibalismo", impulsada por el gaucho, pero magistralmente resuelto por el intelecto multisectorial del abogado de Manacas. Es particularmente interesante la imagen que exploras de Che como figura internacional. Pero realmente no creo que pudiera acercársele al carisma mediático de Fidel ni al ejército de desclasados dispuestos a todo que lo respaldaba.


*Tomás Urquiza es uno de los miembros más destacados de la Escuela Habana en La Habana actual y, como tal, posee la diversa visión de estar en el epicentro del ostracismo isleño , en contraposición de los muchos que hablamos de Cuba pero ignoramos el pulso cotidiano de la Isla.

Wednesday, November 4, 2009

EL TERCER “CHE” (SEGUNDA PARTE)


Cierta noche, mi madre llegó de una larga reunión en su empresa, llena de entusiasmo y felicidad. La reunión había sido entre el mismísimo Che Guevara y varios directores de empresas. Como jefa de despacho de uno de ellos, ella había tenido “el privilegio” de asistir a la misma. Poco después, uno de sus más antiguos compañeros de la época de luchas le hizo una visita y me sorprendió que ambos tuvieran una acalorada disputa. Mi madre no le había permitido un comentario sobre la soberbia del argentino. Ella consideraba al Che como la persona más estricta, honesta y consagrada del sistema solar. Sin embargo, aún el Che no había asumido la imagen espartana que le convertiría en líder de los “verdaderos revolucionarios” opuestos la nueva clase que comenzaba a medrar alrededor de Fidel Castro. Cuentan que, en una reunión con sus subordinados y colaboradores, el Che se desplayaba sobre la necesidad de la más estricta austeridad en momentos de escasez extrema cuando comenzaba a sentirse el embargo norteamericano. Uno de los asistentes lo interrumpió para objetar que para él era fácil decirlo ya que recibía una cuota de suministros adicional por su condición de dirigente. Este fue el momento en que Che se desayunó que compartía el mismo pecado original de la dirigencia de la que tanto pretendía diferenciarse y a la que incluso criticaba por sus privilegios y corrupción en forma tanto implícita como explícita. Entonces, le ordenó a su esposa Aleida, para gran disgusto de esta, que rechazara la cuota especial que le correspondía como líder político. A partir de entonces, trabajó intensamente en crearse una imagen mediática de ascetismo y consagración infinita a la revolución. Su actitud contrastaba con las prerrogativas y el envilecimiento de la nueva clase burocrático militar, compitiendo fuertemente con el liderazgo de Fidel Castro. Así, a diferencia del resto de los dirigentes revolucionarios y, sobre todo, del propio Comandante en Jefe, que se iban alejando del pueblo como las galaxias entre sí, el Che comenzó una agresiva política de acercamiento al mismo. En tal sentido, aparecía continuamente entre los obreros en los llamados trabajos voluntarios que implantó casi como obligación y en las movilizaciones populares a las labores agrícolas, así como en las continuas reuniones que realizaba en todos los organismos económicos en su cruzada de organización y productividad, amén de indagar entre los trabajadores sus problemas y sus necesidades. En consecuencia, creó un cuerpo de inteligencia que bajo cualquier ropaje (vendedores de maní tostado, conductores de ómnibus, vagabundos, etc.) recogía el estado de opinión del pueblo. Por otra parte, los discursos del Che eran los únicos que tenían marcadas diferencias con los de Fidel, en oposición al resto de sus camaradas, cuyas alocuciones eran meros resúmenes de las últimas intervenciones de este. Su fotogenia contracultural y su cálida voz de cantante de tango chocaban con la rudeza y la voz enflautada del Comandante en Jefe. Pero el Che no se limitó a crearse una imagen mediática. La posición del Che Guevara, primero, como presidente del Banco Nacional y, después, de ministro de industrias, le daban prácticamente el control casi total sobre la economía del país. Ello resultaba muy incómodo para Fidel Castro, quién apoyaba su liderazgo nacional en toda una serie de “milagros revolucionarios”, es decir, “palos” propagandísticos, entre los cuales primaban toda una serie de planes “experimentales” (léase arbitrarios) en la agricultura que implicaban costosísimos e improcedentes desvíos y derroches de recursos. Estos chocaban continuamente con los controles y las reglamentaciones impuestas por el Che, así como los planes de racionalización de este. Colaboradores cercanos de ambos testimonian varios altercados entre ellos. El colaborador más íntimo de la guerrilla, quien dirigió el gobierno secreto de Fidel Castro con los comunistas desde su casa de descanso de Tarará, el mismo que había propiciado el contacto inicial con los rusos y con los movimientos de extrema izquierda del tercer mundo, ahora era el principal contendiente en el liderazgo y la dirección política del país. Pero, el Che Guevara no sólo se había convertido en el principal competidor político a nivel nacional sino, incluso, internacional. El argentino no sólo disputaba el liderazgo de Fidel ante los movimientos de liberación del tercer mundo sino que se oponía a la alianza con los soviéticos –los principales sostenedores del gobierno de Fidel castro- no ya por su concepción del socialismo basado en el estímulo material de los trabajadores –que despreciaba Guevara en oposición a su admiración al “moral” socialismo chino y norcoreano- sino, sobre todo, por su política de coexistencia pacífica y contraria a la guerra de liberación de los pueblos. Claro, esto no tenía nada que ver con la teoría de la revolución sino con las pretensiones de liderazgo mesiánico que abrigaba Ernesto “Che” Guevara, las cuales chocaban con la estructura de las organizaciones sociales aliadas del Kremlin. En realidad, todas estas, los partidos comunistas, los sindicatos, las organizaciones juveniles, etc. no eran más que partes de la red global de la inteligencia y el aparato propagandístico del Partido Comunista de la Unión Soviética, sin ninguna independencia ideológica ni pragmática de este. Su papel consistía en seguir al pie de la letra la política y las estrategias internacionales del Politburó soviético, lo que le dejaba muy poco espacio a las ambiciones del Che Guevara. A diferencia del genio intrigante Fidel Castro, el Che Guevara no tenía el talento como para brillar a la sombra del enorme imperio ruso. Como tampoco tuvo la visión telescópica necesaria como para prever las consecuencias de nadar en un mar político infestado por los depredadores más peligrosos del planeta. Mucho menos podían vislumbrar sus seguidores como mi madre y sus compañeros el giro que para sus vidas tomaría la lucha por el poder que se operaba muy por encimas de sus cabezas, en las esferas invisibles del poder revolucionario. (Continuará)