Friday, February 2, 2018

REQUIEM POR FIDELITO


Fidelito siempre padeció de ser un diminutivo en todos los aspectos y momentos de su vida bajo la aplastante sombra del ego gigantesco de su padre, Fidel Castro Ruz.

La madre de Fidelito, Mirta Díaz Balart, hija del alcalde de Banes, era de diferente ascendencia social que Castro, por lo que resultaba altamente atractiva a este arribista empedernido. 

Cuando Mirta era una estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de la Habana, Castro utilizó de celestina al misterioso Alfredo Guevara, con el cual siempre tuvo dudosas relaciones y cuya “preferencias” sexuales le daba acceso al coro de muchachitas de la facultad. Guevara le puso la piedra, y Castro  abrumó a la ingenua Mirta con su palabrería incontenible. Sin perder tiempo, se casaron en 1948 en contra de la voluntad de los Díaz Balart y su primogénito, el ahora finado Fidelito, nació al año siguiente.

Castro se consagró, más bien se obstinó, por entero a su carrera política, en la cual su familia contaba poco o nada, además de tener no pocas aventuras extramaritales.

La más sonada de las infidelidades de Castro fue con Nati Revuelta, una de las mujeres más hermosas de la alta sociedad habanera, esposa de un destacado cirujano. Castro se aprovechó ampliamente de las relaciones y de la fortuna de Nati, y ella hasta le aportó una hija bastarda, por demás.

Castro le enviaba cartas amorosas tanto a Mirta como a Nati mientras pasaba su temporada casi turística en el Presidio Modelo de Isla de Pinos tras el asalto al Cuartel Moncada. Cuentan que uno de sus custodios de la prisión (se rumora que a instancia del hermano de Mirta, Rafaél, el padre de nuestros Lincoln y Mario, a la sazón ministro del Interior del gobierno de Batista) cambió de sobres las cartas y a Mirta le llegó la ardiente misiva escrita por su esposo a su querida Nati. Ello le costó el divorcio a Castro quien, al triunfo de su rebelión en 1959, dicen que saldó la  “afrenta” con un disparo a quemarropa contra el custodio, crimen que, como era de esperar, quedó exhonerado y totalmente ignorado por sus secuaces del nuevo régimen.

Mirta se divorció inmediatamente de Castro aún en prisión y este no logró obtener la patria potestad de su hijo al salir de la cárcel. Poco después, ella se casó con Emilio Núñez Portuondo, primer ministro y embajador ante la ONU del gobierno de Fulgencio Batista.
Tras salir de prisión e iniciar los preparativos de su expedición contra Batista en México, Castro le solicitó a Mirta que le permitiera estar con su hijo de 7 años por última vez ante la posibilidad de perecer en su incursión punitiva. Mirta accedió, pero Castro no le devolvió al niño, por lo que la madre y su segundo marido debieron viajar a México y apelar hasta el presidente mexicano para recuperarlo.

Tras la caída de Batista, Mirta y su esposo residían en Estados Unidos con Fidelito a buen resguardo de las medidas contra los funcionarios del batistato. Sin embargo, la larga mano de Castro simpre los alcanzó.

En su visita a Estados Unidos en abril de 1959, Castro logró secuestrar a su hijo por segunda vez y regresar a Cuba con él. Las repetidas solicitudes de su madre para recuperar a Fidelito fueron totalmente ignoradas por ambos gobiernos, todo o contrario a lo sucedido con el infame caso de Elián González cuatro décadas después.

En realidad, en la preocupación de Castro por su hijo gravitaba más la previsión de que lo utilizaran en su contra antes que su amor de padre, que nunca demostró en lo absoluto.

Castro jamás se ocupó de Fidelito, quien creció en casa de su tío Raúl, en el búnker de calle 26 y Zapata, en el Nuevo Vedado habanero, junto a los hijos de este.  Castro nunca convivio on Fidelito ni permitió acercársele demasiado. Por su parte, Dalia, la celosa concubina del tirano, siquiera consintió a sus hijos relacionarse con los de Raúl, sus primos, y mucho menos con su medio hermano, Fidelito.

Ya en los 60, los rusos sentían el oneroso peso del suminsitro de petróleo a su satélite del Caribe, por lo que ya pensaron en construir una central nuclear en Cuba para aliviar su carga sobre sus reservas petrolíferas. En tal sentido, la Universidad de Lomonosov de Moscú abrió una plaza para los cubanos en su especialidad de Física Nuclear.  Conocí a muchos talentosos muchachos que aspiraron a la misma, pero, como era de esperar, el único que la recibió fue precisamente Fidelito, a quien Castro ya le tenía asignado un destino prefabricado.

En Moscú, los ocupantes del Kremlin era particularmente dadivosos con los hijos de gobernantes y líderes de sus países y movimientos políticos satélites. Los hijos de papá tricontinentales se daban una vida principesca, con escoltas, acceso a los centros de recreación reservadas a las altas esferas de la casta burocrático militar soviética y otras linduras, sin descontar aparatosas orgías con las rubias más rutilantes del mundo eslavo. Fidelito se aprovechó de su condición de delfín castrista y se lanzó a la vida disipada de los de su casta. Por su parte, nada en el mundo era más importante para Castro que la imagen de Robin Hood que le habían creado los americanos tan pronto puso un pie en la Sierra Maestra, pretendiendo falsamente llevar una vida corte espartano. Por ello, entró en cólera en una de sus visitas a Moscú al encontrar a su primogénito en caravanas automovilísticas con guardaespaldas y todo tipo de lujos, por lo que lo castigó a regresar a Cuba y sólo volvió a sus estudios como incógnito y estrechamente vigilado.

Como hemos dicho, las relaciones entre el tirano y su hijo nunca fueron estrechas, ni siquiera cercanas. Conocidos eran los altercados entre Castro y Fidelito cuando se encontraban. La gente de mi generacion recuerda una historia de aquella época. En los sesenta, Castro tenia una sala de proyecciones personal en el Instituto Cubano de Arte e Industria  Cinematográfica en 23 y 12 en el Vedado. Allí, iba a disfrutar de los últimos estrenos mundiales junto a su queridísimo Alfredo Guevara mientras que el resto del pueblo padecía la hambruna de los años del Esfuerzo Decisivo y los Diez Millones. Gran pecado resultaba molestar a Castro mientras veía sus películas y Fidelito, en cierta ocasión, logró pasar las líneas de los guardaespaldas e irrumpir intespestivamente en la sala. Castro, iracundo, arrastró sin miramientos a su hijo hasta a calle y frente a los transeúntes, trabajadores del Instituto y asistentes a la cercana Cinemateca, le propinó una brutal golpiza.

Finalmente, Fidelito se graduó a trompicones de físico nuclear, no sin utilizar a varios mentores y asesores soviéticos, siempre dispuestos a servir al comandante de su portaviones caribeño. Como era sabido, ya tenía su futuro diseñado junto con el proyecto de la Centra Nuclear de Juraguá en las afueras de la ciudad de Cienfuegos, al sur de la Isla. Particularmente, nunca fue un estudiante ni un científico destacado, y su labor iba a ser compleamente burocrática como secretario ejecutivo de la Comisión de Energía Atómica de Cuba. Dicen que escribió varios libros “científicos”, pero estoy seguro que hizo como muchos de sus compañeros de las altas esferas, quienes tenían sus propios escritores fantasmas.

De la noche a la mañana, Fidelito se halló en una posición de poder con todos los recursos en sus manos y trató de imitar a su padre dejándose incluso la barba, cosa que muy pocos en la nomenclatura se atrevían a hacer. No tardó en caer en el mayor derroche,  viajes, francachelas y prebendas a sus íntimos, desatendiendo por completo sus responsabilidades como técnico y funcionario.

Quienes conocieron al primogénito de Castro aseguran que era soberbio en extremo, todo un sociópata. Recuerdo la historia que me hizo una conocida cubana de lo que le sucedió en 1983 en Francia. Ella, junto con decenas de pasajeros nacionales, llenaron en Paris un avión de Cubana de Aviación para regresar a la Isla. A punto de despegar, detuvieron el aparato e hicieron descender a todos los pasajeros para que Fidelito solo con sus guardaespaldas partieran con el avión vacío, dejando a sus “compañeros” varados en el aeropuerto parisino.

La construcción de la central nuclear de Juraguá comenzó en 1976, esperando entrar en operación en 1985. Sin embargo, las dificultades técnicas en conjunción con la absoluta incompetencia de su dirección, a cuya cabeza se encontraba Fidelito, dilató sus trabajos hasta 1993, cuando el proyecto colapsó por completo tras la desintegración de la URSS. En ese año, Castro en persona destituyó a su hijo, acusándolo públicamente de "ineficiencia en el desempeño de sus funciones".  El desmadre debió haber trascendido los límites de la corrupción desmedida de los sicarios del régimen cuando el tirano en persona sacara semejantes trapos sucios a la luz. Claro, también fue una de esos exabruptos de un padre ante los desmanes de su hijo, además de una forma de “limpiar” su imagen ante sus subalternos.

Fidelito, entonces, cayó en desgracia…. relativamente, y no regresó a la vida pública hasta 1999, como simple asesor del Ministerio de la Industria Básica. Desde entonces, siguió viajando a conferencias sobre temas científicos para que el gobierno castrista tuviera una presencia en ellos aunque sin aportar absolutamente nada y, sobre todo, en busca de inversiones para seguir robándole el dinero a los “ingénuos” poderosos de izquierda en el mundo. También, hizo apariciones en fiestas con ricos y famosos que visitan a la Isla en
eventos como el Festival del Tabaco y cosas por el estilo. En defintiva, siguió la vida de privilegios de la ya no tan “nueva clase” mentras el país se hundía más y más en una crisis sin fondo.
En su obituario, la prensa oficial asegura que, al término de su vida, padeció de una profunda depresión que lo llevó a lanzarse desde lo alto del hospital rerservado para las altas esferas en el exclusivo reparto Kholy de la capital cubana. Otras informaciones no oficiales aseguran que ya había intentado pegarse un tiro meses antes.


Por mi parte, no conozco a ningún sociópata ni pancista que se suicidara y me permito especular que el deceso de Fidelito pudiera ser parte de la lucha por el poder en Cuba en las postrimerías del gobierno del ya senil Raúl Castro. No es de extrañar que occiso llegara a pensar que a él le correspondía la sucesión del castrato dada su condición de primogénito y no a ninguno de sus primos hermanos como Mariela y compañía. Sin embargo, quizá, detrás de esa imagen soberbia y vanidosa de Fidel Castro Díaz-Balart, había un hombre marcado por una existencia aplastada por el poder mastodóntico de su padre y que, a pesar de tener todo lo material que pudiera disfrutar una persona, jamás tuvo el afecto paterno y materno que tanto necesita un ser humano. Descanse en paz, entonces, el pequeño Castro.

Monday, March 21, 2016

OBAMA Y LA PRÓXIMA GRAN OLA DE ROBOS EN CUBA

Mandel Ngan, Getty Images
No quisiera comenzar con un cliché, pero no me queda de otra: los pueblos tienen mala memoria. Y otro más: no hay peor ciego que el que no quiere ver. Sintetizando ambos: los pueblos sólo recuerdan lo que desean recordar.
Verdades de Perogrullo aparte, muchos albergan grandes esperanzas de cambio en Cuba como consecuencia de la política del presidente norteamericano Barak Obama hacia el gobierno cubano. De hecho, el anuncio de Obama del 17 de diciembre del 2014 sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el gobierno de los Castro fue tomado por muchos literalmente como el final de todo cuanto ha ocurrido en la Isla desde el primero de enero de 1959.
Particularmente, no estoy ni a favor ni en contra de la política de Obama hacia Cuba.
Soy escéptico y, en este asunto, carezco de muchos elementos de juicio, por lo que me limito a suspender este.
La política es un campo en el cual uno no debe dejarse llevar por las emociones so pena de caer una y otra vez en la noria de errores históricos. Por ello, me limito a los hechos comprobables, las únicas verdades sobre las cuales se puede fundamentar cualquier juicio.
Ahora bien, en el diccionario de la Real Academia, los conceptos de robo (sustantivo) o robar (verbo) se definen como “quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno.”
No hay justificación legal, económica, social o ideológica que no permitan calificar como robos las distintas olas de confiscaciones realizadas por el gobierno castrista a lo largo de sus 57 años de gobierno, demasiado tiempo para no ser, además, definido como dictadura. Estos son hechos, lo demás es metatranca.
La primera gran ola de robos por parte de los Castro fue la confiscación de todas las propiedades privadas y personales de los habitantes de la Isla.
El primer gran acto fue en 1959, con la Ley de Reforma Agraria cuando, a nombre de la lucha contra el latifundio, un verdadero azote económico del país que se remontaba a las épocas de la conquista española, cuando se repartieron hatos y corrales a los encomenderos españoles. Sin embargo, dicha ley no sólo acabó con el latifundio sino con toda forma de propiedad privada sobre la tierra.
La reforma agraria redujo las parcelas particulares, primero a no más de mil hectáreas (25 caballerías), y, más tarde, a unas 200 (5 caballerías). Esta propiedad era intransferible, mucho menos vendible y sólo se podía traspasar a descendientes directos como herencia.
Los campesinos no podrían emplear mano de obra asalariada ni vender sus productos a otro organismo que al Instituto Nacional de Reforma Agraria (el nefasto INRA), del cual sólo podían adquirir lo imprescindible para cultivar, es decir, semillas, abono, equipos, etc. Tampoco podían cultivar los que le viniera en gana, sino sólo lo que estuviera “planificado”. Tampoco podían poseer más de cinco cabezas de ganado, pero jamás podrían sacrificarlo sin autorización del gobierno, siquiera para su propio consumo. Sólo las granjas estatales y, si acaso, a “cooperativas agrícolas” estaban autorizadas para criar grades rebaños de ganado de todo tipo. Las cooperativas, por su parte, era otra forma de robo de tierras en que los campesinos les entregaban sus tierras a la administración estatal a cambio de ciertos beneficios que, a la larga nunca fueron más que promesas incumplidas.
La reforma agraria convirtió los latifundios particulares en un gran latifundio nacional, potenciando la ineficiencia productiva de aquellos.
Hoy día, la mayor parte de las tierras cultivables y grandes porciones de otrora bosques repletos de maderas preciosas y especies endémicas, se han transformado en vastas extensiones de tierras baldías cubiertos por marabú.
Un año más tarde de la reforma agraria, se aprobó la llamada Reforma Urbana en 1960.
Durante la década de los 50, el gobierno de facto de Fulgencio Batista había aprobado una ley de alquileres de inmuebles que impulsó un boom de construcciones en la Isla pero que resultó en un alza de alquileres abrumadora para la mayoría de la población urbana del país. Bajo esta justificación, en 1960, Castro impuso la Ley de Reforma Urbana, con la que se despojó de la propiedad de bienes raíces a la inmensa mayoría de los propietarios, dejando, en apariencia, sólo las propiedades individuales en usufructo. Es decir, sólo se podía poseer la propiedad de la casa en la que se viviera, con algunas escasas excepciones como casas de descanso en la playa. Sin embargo, los “propietarios” no podían vender sus casas y, quienes desearan mudarse, sólo podían intercambiar sus viviendas por otras equivalentes para que no mediaran ganancia alguna. Aparentemente, a los antiguos arrendatarios se les ofreció la “propiedad” de las casas en las que vivían, pero debieron antes pagarle al Estado -que no les costó un centavo- el valor de las mismas en forma de un alquiler por varios años. Después de años de pagar ese alquiler, el nuevo “propietario” estaba sometido a las limitaciones de la “ley”, es decir, no vender -mucho menos alquilar- y sólo permutar sus casas.
Junto con la prohibición de la venta de tierras y casas, los Castros prohibió, además, la venta de automóviles bajo la justificación de la escasez de combustible y de materiales para las construcciones viales.
Además de tierras e inmuebles, los Castro confiscaron los llamados “bienes malversados”, es decir, propiedades de personeros del antiguo régimen de Batista, segundo, grandes propiedades mercantiles e industriales. Todo pasó íntegramente a la administración estatal.
Bajo esta misma justificación, los Castro confiscaron todas las propiedades y valores personales de cuantos intentaban abandonar el país.
En las aduanas de los aeropuertos se veían a diario el triste espectáculo del despojo de los pasajeros de relojes, anillos de compromisos, pulseras, collares, aretes y prendedores, además de todo el dinero efectivo que llevaran, por poco que fuera. Si esto no se puede calificar como robo, no sé cómo llamarle.
La segunda gran ola de robos estuvo dirigida contra las propiedades extranjeras.
Los Castro tampoco se detuvieron ante las propiedades extranjeras, justificándose con la negativa de las refinerías de propiedad norteamericana a refinar el crudo ruso, de alto contenido en azufre y, por tanto, capaz de dañar las instalaciones.
Tras estas olas de confiscaciones, los Castros se apoderaron directa o indirectamente, abierta u ocultamente, de todas las propiedades existentes en el territorio nacional. Pero, ello no les bastó.
En otro acto controlador, redujeron drásticamente todos los salarios y las pensiones de los cubanos, lo que produjo un éxodo masivo de profesionales de la Isla. Por último, en 1968, sobrevino la Ofensiva Revolucionaria donde se terminó con los restos de la actividad económica independiente, convirtiendo a todos los pobladores de la Isla en empleados (por llamarlos eufemísticamente) del gobierno.
Pero, los Castro no se limitaron a robar a los “capitalistas”.
La tercera gran ola de robos estuvo dirigida contra sus propios mentores.
Entre 1960 y 1963, el gobierno comunista de China intentó competir contra la influencia soviética en la Isla, dado, sobre todo por las abiertas preferencias de Ernesto “Che” Guevara hacia el maoísmo estalinismo “moral” de chinos y norcoreanos antes que el socialismo “economicista” con el que Nikita Jruchov estaba experimentando en la URSS. En este sentido, los chinos le regalaron decenas de millones de toneladas de arroz gratis a Castro. Este, simplemente, en vez de darle ese arroz a su hambriento pueblo, lo vendió descaradamente en el mercado mundial. Los chinos soportaron este robo hasta que Castro envió a su “preferido” “Che” al Congo en misión suicida y se expresó abiertamente pro soviético antes que maoísta. Entonces., sobrevino una ruptura que duró medio siglo.
No obstante, Castro no se limitó a robarle a los chinos.
Desde 1960 hasta su desintegración en enero de 1991, los soviéticos subsidiaron generosamente a Castro, llegando a regalarle hasta cinco mil millones de rublos anuales (con una paridad superior al dólar estadounidense de la época), sin contar con toda el incontable armamento y logística militar.
Primero, el subsidio fue a cambio de cantidades de azúcar que Castro nunca entregó. Más tarde, cuando Leonid Brezhnev redujo por hambre a Castro a convertir a Cuba en otra colonia soviética, integrándola al CAME, el dictador cubano robó todos los cuantiosos recursos que los soviéticos le ofrecieron para industrializar la Isla.
Durante la sovietización de Cuba, entre 1973 y 1976, se creó el Comité Estatal de Ayuda Económica. Este iba a ser el organismo cubano designado a contratar los colosales complejos industriales que la URSS había planeado en la Isla para que esta alcanzara su independencia económica del subsidio soviético, demasiado oneroso para el Kremlin. Sin embargo, Castro jamás pensó en instalar ninguno de ellos.
Poco a poco, a finales de los 70 y principios de los 80, accidentalmente en la prensa, comenzó a salir la verdad sobre el destino de todas esas inversiones e importaciones. Enormes maquinarias, cuantiosas cantidades de materia prima y estructuras industriales totalmente nuevas pero arruinadas por años a la intemperie comenzaron aparecer en los más disímiles lugares de la Isla. Castro jamás concluyó ninguno de los ambiciosos planes diseñados por los rusos y otros miembros del bloque comunista. Decenas de miles de hectáreas cubiertas por las ruinas de instalaciones industriales apenas comenzadas, millones de toneladas de materias primas desechadas y de tecnología arruinada. Castro, simplemente se robó los recursos y el financiamiento destinados a los planes soviéticos, sobre todo la parte en dólares que le entregaron para suplir en el mercado mundial aquello que no pudieran suministrarle los rusos. Y los utilizó sobre todo para sus aventuras políticas sobre todo en el extranjero. Los principales perjudicados no fueron solamente los rusos sino también los cubanos, quienes jamás vieron la mayoría de los suministros enviados por los aquellos.
Muchos barcos cubanos salían de los puertos soviéticos y, en vez de ir directamente a Cuba, se desviaban hacia los aliados de Castro. Vietnam, Corea del Norte, Angola, Mozambique, Chile, Nicaragua, Yemen y muchos otros recibieron buena parte de esos recursos a cambio de su fidelidad a Castro.
La cuarta gran ola de robos se dirigió contra los movimientos terroristas y gobiernos prohijados por los Castro.
Castro también extrajo no pocas ganancias de sus aliados “solidarios”. Por ejemplo, extrajo grandes cantidades de los recursos de Angola durante sus trece años de ocupación, traficando con diamantes, oro, marfil, animales exóticos y pieles, maderas preciosas y otros recursos. Lo mismo hizo con Argelia, Yemen, Mozambique, Chile, Nicaragua, Panamá y, ahora, con Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina.
Pero, si esto no fuera poco, Castro le robó, incluso, a los movimientos guerrilleros y terroristas promovidos y armados por él mismo.
Millones de dólares obtenidos del narcotráfico, secuestros, atracos y extorciones efectuados por movimientos guerrilleros de Nicaragua, Guatemala, Colombia, Venezuela, Perú y Uruguay se depositaron en Cuba para presuntamente resguardarlos en el paraíso terrorista. Sin embargo, Castro se negó sistemáticamente a devolver ese dinero cuando estos movimientos lo pidieron de vuelta, sobre todo al convertirse en partidos políticos legítimos.
La quinta ola de robo comenzó con el llamado “período especial” tras la caída del bloque comunista. Esta estuvo principalmente dirigida contra los inversionistas mayormente europeos que soñaron sacar pingües ganancias del pretendidamente mercado virgen de la Cuba pos soviética.
Desde que Castro, siempre un paso adelante de los acontecimientos, se olió que la URSS comenzaba a tambalearse, le abrió los brazos a la inversión extranjera, sobre todo en el campo turístico. Miles de inversionistas de toda Europa, Asia y América Latina corrieron a la Habana en busca de oportunidades de negocios. Castro obligó a la aplastante mayoría a hacer antesala durante años ante las oficinas del vicepresidente cubano Carlos Lage en espera de la ansiada respuesta a sus propuestas. Mientras tanto, se les obligó a gastar grandes sumas de dinero por sólo encontrarse en la Isla.
La inmensa mayoría de los inversionistas extranjeros fueron rechazados tras gastos enormes. Otros muchos hicieron inversiones que jamás fueron remuneradas y, mucho menos devueltas. Sólo fueron aceptados unos pocos empresarios por las grandes dádivas otorgados al gobierno y a sus funcionarios, y por ciertos papeles jugados en la política subversiva de Castro.
Desde los 90, Castro se embolsilló cientos de millones de dólares de miles de ingenuos inversionistas, muchos incluso de afiliación izquierdista.
Además de robar las inversiones, cuyos costos han sido particularmente onerosos, Castro cobra además grandes salarios por los empleados cubanos de todas esas corporaciones, dejándoles sólo entre un 2% y un 3% a los empleados cubanos.
Por ejemplo, la Sherritt canadiense pagaba al gobierno un promedio de USD$800 por cada trabajador cubano en la planta de níquel de Moa, mientras que el gobierno les dejaba apenas unos USD$30. Bajo este mismo concepto, Castro vació todos los hospitales y campos deportivos, exportando médicos, maestros y deportistas (amén de militares y agentes de la inteligencia) a todas partes del mundo, sobre todo a los países gobernando por sus aliados, como Venezuela, Bolivia y Nicaragua. De todos ellos devengó enormes salarios, dejándole migajas a sus súbditos, algunos de los cuales aprovecharon para escapar de su esclavitud.
Todo ello sin contar con el robo del más del 20% de las remesas que los cubanos exiliados envían a sus familiares a Cuba. Tampoco contamos, por falta de datos, el robo a los contribuyentes americanos que le permitieron a Castro los gobiernos de Clinton y de George W. Bush con la compra en Estados Unidos a precios risibles productos agrícolas subsidiados.
Faltan muchísimos más ejemplos de la predilección castrista por el robo antes que por impulsar el desarrollo económico de la Isla. De hecho, a medida que han crecido la política de despojo, la economía cubana se ha vuelto más estéril.
La Isla de Cuba, una economía siempre creciente por casi cuatro siglos, gradualmente se ha transformado en uno de los países menos productivos del mundo sin discusión.
Cuba fue el primer productor mundial de azúcar de caña por más de siglo y medio, además de tabaco, café, frutas, ganado, maderas preciosas, pescado y ciertos minerales, además de ciertos productos industriales y el turismo. Desde el mismo comienzo del régimen castrista, la política de economía centralizada ha provocado el colapso gradual de todos los renglones productivos del país hasta hoy día en que la Isla no produce absolutamente nada. Y, cuando digo nada, es nada. Y todo no sólo por la incapacidad económica del régimen, sino, sobre todo por su filosofía de vivir del despojo ajeno.
Ya antes del anuncio por el presidente Obama del restablecimiento de relaciones con el gobierno cubano, muchos empresarios norteamericanos y cubano americanos estaban haciendo gestiones ante ambos gobiernos para invertir en Cuba.
Desde el anuncio de Obama sobre el restablecimiento de relaciones con Cuba, y, ahora, tras su visita, un gran sector de empresarios de esta orilla del Estrecho de la Florida está en estado de euforia ante la perspectiva de que se levante finalmente el embargo o, al menos, se autorice ciertas relaciones mercantiles con la Isla.
Después de tantos ejemplos y experiencias sobre la persistencia de la política de despojo del gobierno cubano, algo esencial al mismo, ¿cómo es posible que aún haya alguien que se empeñe en invertir en la Cuba de los Castro?
Muchos repiten hasta el cansancio de que a ambos Castro les queda poco tiempo de vida, que Raúl prometió abandonar el gobierno dentro de dos años (¿tendrán los Castro credibilidad alguna?), que las condiciones actuales no son las mismas, que a los tiranos no les queda más remedio que aceptar un cambio debido a que la economía está a punto de colapsar y que, a sus puntales, como Maduro en Venezuela, les queda poco en el poder.
Siento decirles a los optimistas que los Castro son los artistas del escape. Houdini jamás podría comparárseles.
En el 60, cuando comenzó el diferendo con EE.UU., todos dijeron que les quedaba semanas. En el 70, cuando la URSS les retiró el subsidio, pareció tambalear, pero persistió, engañando una vez más a los rusos. En los 90, con la desintegración del bloque comunista, su caída era irremisible. Pero los Castro han sobrevivido veinticinco años más.
Dada la catarata de hechos incontrovertibles e iterativos, es posible asegurar sin margen de error que todas las inversiones que vayan a Cuba bajo los Castro y sus sucesores están indefectiblemente condenadas a ser estafadas, robadas. ¿Cuántos ejemplos más necesitan los optimistas?
No puedo decir cuál es el móvil de la política de Obama hacia Cuba. La política norteamericana es una cosa y la cubana otra muy distinta, a menos que se desee la anexión de la Isla como el estado 51 de la Unión.
Lo que sí puedo asegurar es que la política de la actual administración norteamericana hacia la Isla le está ofreciendo a los Castro la oportunidad de cometer una nueva ola de robos a gran escala, esta vez a empresarios americanos y cubano americanos, amén de interponerse una vez más a cualquier posibilidad de cambio o desarrollo en Cuba. ¿Esto hace cómplice a Obama?
L.Q.Q.D.

Friday, August 14, 2015

EL ARQUITECTO DEL EMBARGO AMERICANO


El embargo norteamericano no fue una “acción” de la estrategia política de Washington. Todo lo contrario, fue el resultado de una cadena de acciones muy bien planeadas por el régimen castrista para provocar la reacción norteamericana.
Todo estaba planificado desde mediados de 1958.

En abril de 1958, los fracasos consuetudinarios de los competidores de Castro en el liderazgo de la lucha contra el gobierno de facto de Fulgencio Batista dejaron a Fidel Castro como líder “indiscutible” de la insurrección contra el régimen de Batista. El asalto al Palacio Presidencial en marzo de 1957 –con el consiguiente asesinato de Humboldt 7- del Directorio Estudiantil Revolucionario, el trágico final de la expedición del yate Corinthia del partido Auténtico en mayo de ese año, y la fallida huelga de abril de 1958 dirigida por el movimiento 26 de julio –con el subsiguiente descabezamiento de este movimiento con las oscuras muertes de los hermanos País y de René Ramos Latour- dejaron a Castro como único caudillo antibatistiano.

Con antelación, a pocos meses de su arribo a la Sierra Maestra en diciembre de 1956, ya la prensa americana (sobre todo el New York Times y la cadena televisiva CBS) se habían empeñado en crearle a Castro una imagen de Robin Hood caribeño, lo que apuntaló su posición mediática internacional.

Tan pronto como Castro accedió al liderazgo supremo de la insurrección antibatistiana, los comunistas se acercaron a él.

Hasta ahora, el Partido Socialista Popular (miembro del COMINTERN soviético) se había declarado como “enemigos” de Castro, sobre todo porque los comunistas habían apoyado a Batista desde 1933. Y lo siguieron apoyando secretamente a pesar de que el “General” había fundado el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC) al dar el golpe de estado de 1952 para congraciarse con los americanos tras haber desmantelado el proceso y las instituciones democráticas en Cuba.

Con antelación, Fidel Castro se había mostrado siempre muy cauteloso en sus relaciones con los comunistas. Quizá, sospechosamente demasiado cauteloso. En general, una buena parte del establishment político cubano a partir de la llamada revolución del 33 era o había sido comunista, a saber, Masferrer, Mujal, Grau, Batista y muchos otros.

Castro, desde que era estudiante en la década de los 40, coqueteó con los partidos gansteriles surgidos en épocas de Grau, todos de tendencia izquierdista. Sin embargo, jamás se declaró como comunista, a pesar de que uno de sus más íntimos colaboradores –demasiado íntimo- y quien le ayudó en todo el camino de su ascenso, era un connotado comunista. Me refiero al misterioso Alfredo Guevara. Por otra parte, es evidente que, desde el principio, Fidel animó a su hermanito menor, Raúl,  –a quien siempre prohijó quizá por el rechazo que sufrió este de su padre, Ángel, debido su dudosa paternidad sobre el mismo- a afiliarse a la juventud comunista para dejar una puerta trasera abierta a Moscú. De hecho, el llamado Segundo Frente Oriental, comandado por Raúl en el traspatio de la finca paterna, bien lejos de los tiros durante la guerra insurreccional, se convirtió en el vertedero de los comunistas, rechazados por los combatientes del Ejército Rebelde y el movimiento del 26 de Julio. A través de esta “puerta trasera” de la que servía de portero Raúl Castro, fue que llegó el embajador del Partido Socialista Popular, Carlos Rafael Rodríguez, para entrevistarse con Fidel Castro en julio de 1958, cuando ya este quedó como líder supremo de la lucha contra Batista.

Carlos Rafael Rodríguez estuvo varios días en la comandancia de La Plata, tras los cuales, regresó a La Habana. Apresuradamente, los máximos dirigentes del PSP, Juan Marinello y Blas Roca, volaron a Moscú. A su regreso, Carlos Rafael Rodríguez desanduvo todo el camino a la Sierra Maestra para sentarse a la siniestra del Comandante en Jefe el resto de la lucha insurreccional y permanecer ahí hasta su muerte en la década de los 90, poco después de la desintegración de la URSS.

Pocos meses después del regreso de Blas Roca y Marinello de Moscú, en diciembre de 1958, otro siniestro personaje llega a Ciudad de México para “observar de cerca” los acontecimientos de Cuba. Su nombre era Alexei Alexeiev, connotado agente de la KGB soviética. Tan pronto como Castro llegó triunfante a La Habana en enero de 1959, el agente moscovita comenzó a solicitar la visa para visitar la Habana, pero esta le fue negada por el gobierno provisional de Miró Cardona y sólo pudo obtenerlo en octubre de 1959. Precisamente, hasta ese momento, el entonces jefe del Ejército Rebelde, Camilo Cienfuegos, se había negado a que los comunistas ingresaran en sus filas. Pero, a partir del 20 de octubre de 1959 ocurre una cadena de hechos que conducirán a la alianza abierta entre el Kremlin y la pandilla castrista.

El 20 de octubre de 1959, Alexei Alexeiev finalmente recibe la visa para viajar a Cuba, a la cual viene bajo el disfraz de “reportero” de la agencia de noticias moscovita TAS. Ese mismo día, Alexeiev se entrevistará en el entonces puesto de mando del gobierno secreto de Fidel Castro en el hotel Havana Hilton.

Desde enero de 1959, Castro había creado un gabinete secreto, independiente al de los gabinetes de los presidentes Urrutia y Dorticós -sucesor de Urrutia tras el golpe de estado también secreto de julio de 1959-, compuesto por una combinación de la dirigencia del PSP y los íntimos de Fidel Castro, a saber, Alfredo Guevara, Ernesto Guevara, Raúl Castro, Celia Sánchez y otros.

Ya desde junio de 1959, las leyes de reforma agraria y urbana habían provocado un gran cisma en la población de Cuba y cierta desazón en el gobierno de Eisenhower. Estalla una guerra civil en la Isla, con conspiraciones y atentados en las ciudades, alzados en las montañas y ataques aéreos y marítimos de exiliados contra objetivos industriales y militares. El gobierno americano prohibirá toda ayuda o ventas de equipo militar a Cuba para sofocar la insurrección interna.

Sin embargo, ya Castro lo tenía todo asegurado.

Aquel 20 de octubre de 1959, Alexeiev se reunió con los más altos representantes del gobierno secreto de Fidel Castro. “Coincidentemente”, Anastas Mikoyán, Presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS, se hallaba en tránsito de New York a Ciudad México para llevar la famosa exposición soviética para propagandizar los “avances” de la política de modernización de Nikita Jruchov en la URSS.

En aquella misteriosa reunión con Alexeiev, Castro le hace un pedido imposible: quiere una reunión urgente y secreta con Mikoyán. Ello era totalmente impensable para Alexeiev, un oficial de rango medio sin conexiones con el inaccesible Kremlin. Alexeiev se lo explicó a Castro, aunque le prometió “informar a sus superiores”. Sin embargo, ya había “algo” en esa agenda misteriosa de los grandes poderes y, según la leyenda (no he podido confirmarlo) Castro se logró  reunir con Mikoyán en medio del mar en el yate de Ernst Hemingway. Acto seguido, Mikoyán desvió el rumbo de la exposición hacia La Habana, a la cual llegó en febrero de 1960. Pero, antes, en octubre de 1959 ocurrieron otros hechos muy sugerentes.

Tras la reunión con Alxeiev, Castro inmediatamente sustituyó el ministro de defensa Augusto R. Martínez Sánchez, por su hermanito, Raúl Castro, dándole acceso a los comunistas al Ejército Rebelde. Ello provocará la reacción de varios altos mandos del Ejército como Huber Matos y otros quienes renunciarán en protesta. El jefe del Ejército Rebelde, Camilo Cienfuegos, viajará a Camagüey y a Santiago de Cuba para arrestar a los disidentes y poner orden. Pero, a su regreso, “desaparece” misteriosamente, lo que le permite a Fidel Castro hacer otra jugada sucia y sin precedentes. Pone a Raúl Castro simultáneamente como ministros de defensa (un cargo del gobierno civil) y como jefe del ejército (el más alto cargo militar, después del Comandante en Jefe), inundando este con comunistas, muchos de los cuales se transformarán en “comisarios políticos” que aseguren la lealtad ideológica de los militares al régimen, condición sine qua non de los soviéticos para entregarle ayuda militar.

Asegurada la retaguardia en medio de la guerra civil, Castro recibirá en febrero de 1960 la dichosa exposición comercial de la URSS, para encandilarles los ojos a los cubanos sobre los “avances” del comunismo soviético. Al frente de la misma, vendrá el mismo Anastas Mikoyán, a quien Castro le dará un recorrido por la Isla y quien le asegurará a este la ayuda militar necesaria.

Pocos días después de la visita de Mikoyán, explotó el vapor belga La Coubre en los muelles habaneros con uno de los últimos cargamentos de armas que Batista había comprado en Bélgica a raíz de la suspensión de la ayuda americana a finales de 1958. Hubo cientos de muertos y heridos, y millones en pérdidas. La explosión estremeció toda la capital cubana y el hongo de humo se pudo ver en decenas de millas a la redonda. Hasta hoy día se desconoce las causas de la explosión. Castro aprovechará por primera vez el dramático sepelio masivo de las víctimas (teatro al que recurrirá una y otra vez durante su longevo gobierno) para acusar al gobierno americano y a la CIA. “Casualmente”, testigos del “atentado” será Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, los más destacados intelectuales de la época, quienes estaban de visita en Cuba para conocer de cerca el extraordinario fenómeno de la revolución social de la cual habían especulado tanto en la metatranca de sus desvelos.

El escenario estaba montado. Castro acordó con Mikoyán intercambiar azúcar por petróleo sin que mediara ninguna amenaza americana de recortar la cuota del crudo. En pocos meses llegó el primer tanquero ruso con crudo soviético y las refinerías de propiedad norteamericana e inglesas se negaron a refinarlo. Castro, aprovecha la amenaza de crisis energética para confiscar, primero, las refinerías de petróleo en junio de 1960, y el resto de las propiedades americanas entre julio y septiembre de ese año.

En septiembre de 1960, Castro emitirá la Primera Declaración de la Habana como respuesta a las sanciones americanas, dándole un carácter ideológico al diferendo con los americanos. Con esta excusa, volará a Asamblea General de la ONU, en New York para exponer su “alegato” antiamericano con nada menos que el mismísimo Nikita Jruchov en el auditorio, quien romperá todo protocolo, golpeando con un zapato en la mesa para apoyar las palabras de Castro. El abrazo histórico de Nikita y Fidel tras su discurso en la ONU selló el destino de la Isla como portaviones soviético.

En pocas semanas, el gobierno norteamericano irá recrudeciendo sus medidas económicas contra el régimen de Castro hasta convertirlo en un embargo total de todas las operaciones comerciales y financieras hasta el rompimiento de relaciones diplomáticas en marzo de 1961.

Es una falacia decir que el embargo norteamericano condujo a Castro a los brazos de Moscú porque fue todo lo contrario. Castro provocó todas las reacciones del gobierno americano, no sólo hasta el rompimiento total, sino hasta llevar al mundo al mismo borde de la guerra nuclear en octubre de 1962.

Barak Obama no ha sido el único presidente en intentar el restablecimiento de relaciones. Otros presidentes lo intentaros como Kennedy, Ford, Carter y Clinton. Sin embargo, Castro escogió el momento más adecuado para hacerlo.

Es posible estar de acuerdo en la opinión de que, en más de medio siglo, el embargo no ha servido para nada para conseguir el derrocamiento del mismo. El embargo es el resultado de un plan macabro del propio Castro para sus oscuros propósitos.

Sin embargo, considero que este es el peor momento para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU., y el levantamiento del embargo. No se me entienda mal. Siempre pensé que el levantamiento del embargo norteamericano al gobierno de Fidel Castro despojaría a este de una de sus armas más poderosas. Pero, hoy día, el levantamiento de restricciones sería la mejor ayuda para evitar el colapso económico del régimen en momentos en que su principal sostén, el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, se halla en las más serias dificultades económicas, sociales y, claro, políticas.

El gobierno de Fidel Castro ha existido sobre la base exclusiva de subsidios. Desde 1960 hasta 1990, la URSS lo sostuvo hasta su último aliento.

A partir de la caída del bloque comunista, colapsó el estado protector y la población se sumió en la más completa desvalidez. No obstante, Castro utilizó su prestigio internacional para atraer capitales y turistas europeos de izquierdas, a los cuales esquilmó y exprimió sin misericordia hasta que logró poner a Hugo Chávez en el poder de Venezuela. Desde entonces, con el contubernio del gobierno de Bill Clinton, quien, hipócritamente, por una parte, convirtió el embargo en la ley Helms-Burton, por otra, lo suavizó como nadie, Castro pudo gastar en USA el dinero robado a inversionistas europeos y al pueblo de Venezuela, amén del de los muchos negocios que Castro tiene en los propios EE.UU., cuyas ganancias recibe, camufladas de “remesas” de exiliados.

Hoy día, cuando la Cuba de Castro no produce ni un grano de azúcar ni café, ni cítricos, ni petróleo, ni níquel, ni tela de arañas, y cuando carece de ninguna fuente de subsidio y está con el agua llegándole a las fosas nasales, es entonces que el gobierno americano le tiende la mano generosa para sacarlo del naufragio total.

En un artículo anterior, aseguré que el restablecimiento de relaciones era el resultado de la muerte de Fidel Castro, pues esta jamás permitiría en vida algo que negaba la pretendida vocación de toda su existencia. Reconozco que me equivoqué. El tirano es mucho más pragmático y tiene menos principios de lo que me imaginaba. Es como si Fidel Castro tuviera una bola mágica y estuviera siempre un paso delante de todos, en una posición de win-win. Una vez más, el decrépito sátrapa nos restriega en la cara que ha ganado y, los que nos oponemos a él, seguimos en el bando de los perdedores.

Saturday, January 10, 2015

EL ENTIERRO DE FIDEL CASTRO JUNTO A SUS “PRINCIPIOS”





Un fantasma recorre el mundo, es el espectro de Fidel Castro.

Sólo quien no conozca a fondo la historia política de Fidel es capaz de creer los cuentos que propalan los medios internacionales. Estos, incluso los más "críticos" al gobierno cubano, son propensos a aceptar "inocentemente" (bien entre comillas) cuanto digan los órganos propagandísticos y los representantes del régimen de la Habana.

La cúpula cubana es tan impenetrable a la libre información que es imposible comprobar cosa alguna sobre el verdadero estado de salud del anciano dictador.

El gobierno cubano siempre ha representado el sainete de que Cuba es una plaza sitiada por el "imperialismo" norteamericano y sus "secuaces", cualesquiera que sean. En este sentido, desde que Castro enfermó, se ha esgrimido el argumento de que la salud del comandante en jefe es el más alto secreto de estado, dado que su figura, su prestigio y su credibilidad son los mayores tesoros y la principal salvaguarda de la revolución.

Para que se tenga una idea de los motivos del régimen cubano, la principal acusación contra los encartados de la causa número uno de 1989, liderados por el General Arnaldo Ochoa y el coronel Tony de la Guardia, no fue el tráfico de drogas, armas y otros delitos, sino precisamente "atentar contra la credibilidad del Comandante en Jefe". Semejante pecado no podría merecer otra pena más que el fusilamiento sumario, inmediatamente después de terminarse un pretendido juicio. Este, en realidad, no fue tal pues la condena ya estaba dictada mucho antes de comenzar el mismo. Fue, en realidad, un show propagandístico para el descargo de responsabilidad de Fidel Castro, quien había ordenado todas las acciones de los acusados pero fue advertido por “no se sabe quién” de que la DEA norteamericana le estaba siguiendo los pasos. Esto sólo es un pequeño ejemplo del significado dado por Fidel Castro a su "intransigencia revolucionaria" y su "fidelidad a sus principios".

Veamos cuales son los "principios" con respecto a los cuales Fidel Castro ha pretendido ser tan intransigente.

Primero, consideremos el pretendido nacionalismo del comandante en jefe cubano y su supuesta defensa a ultranza de la dignidad nacional.

Pretendidamente, Fidel Castro dedicó todos sus esfuerzos por lograr la independencia de Cuba del llamado estado neocolonial y dependiente con respecto a la injerencia y dependencia de los Estados Unidos. Esto sonaría muy bien si, en nombre de esa independencia, no le hubiera entregado el país completamente a los afanes expansionistas soviéticos, convirtiendo la Isla en un portaviones ruso que amenazó la paz y la sobrevivencia mundial durante la crisis de los misiles en octubre de 1962. Castro convirtió a la Isla en el centro del espionaje electrónico ruso en el hemisferio occidental, constituyendo la base de desestabilización de la región. Todo ello a costa de la total sumisión económica y política al Kremlin, lo que condujo al país a un deterioro y un aislamiento absolutos. Definitivamente, hubiera sido mucho más práctico continuar con la "injerencia" americana, bajo la cual, Cuba había llegado a ser uno de los países con la economía más pujante de América Latina.

En definitiva, el nacionalismo ultra radical de Castro, en el fondo, no ha sido más que su empeño por invertir todos los recursos del país, sin importar costos o consecuencias, sobre todo humanas, para crearse una imagen mediática tal que llegara a personalizar completamente la nación cubana y su pueblo ante la opinión pública mundial.
 

Segundo, el internacionalismo "proletario", el tercermundismo, el latinoamericanismo y el noalineacionismo de Fidel Castro no fue más que otra de sus manipulaciones mediática y otro de sus rejuegos políticos.

Castro entrenó, infiltró, avitualló y apoyó cuanto movimiento terrorista y desestabilizador que pudo en todos los rincones del mundo. Convirtió a la Isla en el centro de comando de todos los grupos terroristas y narco guerrilleros en todos los países de Latinoamérica y en buena parte de África y el Medio Oriente. Ello ocasionó no pocas muertes, sufrimiento, destrucción y desestabilización en amplias regiones del mundo hasta el día de su muerte.

Castro logró con su "prestigio" desnaturalizar el Movimiento de Países No Alineados al convertirlo en instrumento de la política Brézhnev para sus aventuras en África, Medio Oriente y, sobre todo, Afganistán, país desestabilizado hasta hoy día gracias al apoyo de Fidel Castro a la invasión soviética a ese país. Algo parecido ocurrió con el papel que tuvo Castro en el surgimiento de la época de la Violencia en Colombia. Su oscura participación en el Bogotazo y su sospechosa cercanía al asesinato del líder nacionalista Eliécer Gaitán fue su primera gran actuación como agente provocador internacional.

No pocas evidencias apuntan a que Fidel Castro entregó en bandeja de plata los líderes más destacados del latinoamericanismo como Ernesto Che Guevara y Salvador Allende. Se sospecha que Castro ordenó a los escoltas cubanos de este último -otra vez los hermanos de la Guardia- que lo asesinaran cuando intentó rendirse a los militares del General Pinochet durante el asedio al Palacio de la Moneda.

Lo más sospechoso fue que, tanto a los “camaradas” cubanos del Che como a los “escoltas” de Allende se les permitió salir respectivamente de Bolivia y de Chile sin problema alguno bajo la mirada complaciente de los “rangers” bolivianos y de los militares golpistas chilenos.

No pocos suponen incluso que la mano de Castro, ya senil, estuvo tras la muerte galopante de su propio protégé Hugo Chávez para poner a su hombre de mayor confianza, Nicolás Maduro, al frente del gobierno en Venezuela, pilar vital para la existencia del régimen cubano.

La historia de las acciones internacionales de Fidel Castro es tan complicada, enrevesada y truculenta que daría para escribir toda una biblioteca.

Tercero, Fidel Castro se arrogó el papel del mayor líder populista de la historia. A tanto se elevó ello que, a principios de la revolución, se le identificó con el propio Cristo y, al devenir en un "ateo" comunista (sin dejar de adorar los orichas africanos -el propio Oba nigeriano le puso la mano de Orula en su cabeza- y con un médico espiritista a su cabecera como el connotado Dr. Vallejo), pretendió reencarnar la mítica figura del "apóstol" (otro rezago cristiano) de la independencia de Cuba, José Martí. Sin embargo, aprovechando la leyenda del país convertido en "plaza sitiada", de las agresiones del "más poderoso enemigo del mundo" -el "imperialismo" americano- y el embargo norteamericano, Castro sumió al pueblo cubano en la esclavitud generalizada. Ello lo logró a través de la apropiación, dilapidación y deterioro de todas las propiedades y valores materiales de la Isla, de cercenarles a los cubanos los más elementales derechos civiles y humanos, y sumirlos en la mayor miseria, escasez, aislamiento y represión. Para ello, Castro suprimió todas las sus instituciones y desterró todas las tradiciones del país y su pueblo, permitiendo o imponiendo sólo aquellas que ayudasen o justificasen su eternización en el poder absoluto.

Hay que recordar que la sublevación popular contra el gobierno de Fulgencio Batista, en la cual Fidel Castro fue un líder más, se concibió como la lucha contra un poder dictatorial, corrupto e inconstitucional. El principal objetivo de la revolución cubana era la restauración de la Constitución de 1940, que, aunque de inspiración izquierdista, era la principal referencia de democracia y estado de derecho en Cuba. Fidel Castro con sus confiscaciones y medidas políticas provocó la guerra civil en el país y el pronto diferendo con los Estados Unidos. Ello justificó la anulación de las elecciones y el cierre de todas las antiguas instituciones democráticas, la confiscación de los medios informativos y el establecimiento de la más estricta censura, gracias a la imposición de la más férrea represión junto al estricto racionamiento de suministros y servicios a la población.
 

Ahora bien, dos son los eventos más importantes en la vida de Fidel Castro. En primer lugar, bajo la consigna enunciada por él de "elecciones para qué", en 1959 se clausuró el Capitolio Nacional como sede de la Cámara de Representantes y el Palacio Presidencial, dándose fin a 57 años de democracia en Cuba. En segundo lugar, en 1960, Castro redactó la Primera Declaración de la Habana y firmó el tratado comercial con la URSS, provocando la ruptura de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Toda la ejecutoria política anterior y posterior de Fidel Castro estuvo inspirada por la eliminación de la democracia en Cuba y el enfrentamiento con los Estados Unidos. Ambas están íntimamente relacionadas.

Tal fue la negativa de Castro al establecimiento de instituciones democráticas en el país que, para que aceptara hasta la remota apariencia de institucionalización que le exigían los soviéticos, fue necesario que estos le cortaran todo suministro en 1970 y lo obligaran a ir de rodillas a Moscú en 1972 a suplicar su restablecimiento. Aun así, Castro necesitó de la cobertura de la guerra en Angola y una pretendida ola de "atentados" a las embajadas cubanas en el mundo -que culminaron con el derribo del avión de Cubana de Aviación en Barbados- para poder dar la cara y decir que, en vez de reponer la Constitución del 40 y las elecciones democráticas, iban a imponer una constitución, unas elecciones y un parlamento según el modelo soviético. (Ver el avionazo y Angola en el blog). Tan pronto como Castro fue "elegido" presidente de todo en Cuba por una amañada Asamblea Nacional, los "atentados" y "agresiones" desaparecieron como por encanto.

Quien conozca profundamente la vida y la sicología de Fidel Castro sabe muy bien que este jamás aceptaría en vida el restablecimiento de sus más encarecidos logros, a saber, las instituciones democráticas tradicionales en Cuba y las relaciones diplomáticas normales con Estados Unidos. Sólo sobre su cadáver permitiría semejantes cosas. Sin embargo, Castro siempre tuvo un Plan "B" alternativo para sus propios planes "A". Y, desde muy joven, designó a su hermano Raúl como su encargado principal de dar la cara en la realización de sus planes "B".

Una de las armas políticas de Fidel Castro ha sido la paranoia. Esta se ha manifestado, por un lado, en su visión perspectiva de los acontecimientos, que ha trascendido en mucho la de sus oponentes, y en la ambigüedad de sus tácticas y estrategias políticas. 

Castro jamás dio un paso hasta asegurarse completamente de que su jugada daría los resultados apetecidos. Por ejemplo, al inicio de su turbulenta carrera política, nunca se manifestó abiertamente como afecto al comunismo.

Todo el mundo en las esferas políticas en la Cuba de la pre y la postguerra -hasta el comienzo de la guerra fría y la cacería de comunistas- era partidario o jugueteaba con el comunismo. Era una especie de moda. Hasta los archienemigos de Fidel Castro, como Fulgencio Batista y Rolando Masferrer, fueron militantes o aliados de los comunistas.

A pesar de tener las más estrechas relaciones con connotados comunistas como Alfredo Guevara, Joaquín Ordoqui y otros, Fidel jamás se declaró como tal. Ese papel correspondió a Raúl.

Fidel designó a Raúl para que militara en la Juventud Socialista y hasta participara en un Festival de las Juventud y los Estudiantes que regularmente hacía el COMINTER moscovita poco antes del asalto al Cuartel Moncada en 1953. Es de destacar que, durante este fallido ataque, Fidel situó a su querido hermanito en la posición más segura en la azotea del Palacio de Justicia, bien lejos de los tiros.

Durante la guerra de guerrillas en la Sierra Maestra, Fidel puso a Raúl a cargo del Segundo Frente en la Sierra Cristal, en el patio de la finca paterna de Birán, lejos de toda acción. Este destacamento era la agrupación de los comunistas de la guerrilla, rechazados por el resto del ejército guerrillero. El Segundo Frente era, sobre todo, la puerta trasera del llamado Ejército Rebelde en las relaciones con el Partido Socialista Popular, estigmatizado de la vida política desde que comenzara la cacería macartista en EE.UU.

Hasta que los comunistas cubanos no aseguraron el secreto y total apoyo de Moscú a Fidel Castro, no fue que este permitió que aquellos se le acercaran a través de esa puerta trasera resguardada por Raúl. Así fue como uno de los más connotados dirigentes comunistas cubanos, Carlos Rafael Rodríguez, llegó y permaneció bien cerca del Comandante guerrillero desde 1958 hasta su muerte, poco después de la caída del bloque comunista.

Tras el triunfo la revolución, Raúl ha sido el vocero de todo aquello que Fidel necesitaba decir o hacer pero que pudiera empañar su "prestigio".

Raúl jamás ha hablado en su nombre o por propia voluntad. Las escasas ocasiones en que se le ha ocurrido hacer algo semejante le ha costado años lejos de los micrófonos y la vida pública.

Raúl fue el encargado de levantar las acusaciones contra el Ochoa y la Guaria.

A pesar de que Fidel y él mismo se habían desgañitado durante años exigiendo a los americanos la devolución del territorio guantanamero al gobierno cubano, tras los atentados del 9/11, Raúl fue quien le dio públicamente todo el apoyo a los EE.UU. para garantizar la seguridad de la prisión de los terroristas en la base de Guantánamo. Y, es evidente que no fue algo de su propia inspiración.

El pretendido "traspaso" de poderes a Raúl por Fidel tras la enfermedad de este ha constituido un interregno político estéril, con casi el absoluto mutismo de Raúl bajo la aún férrea mano de su gran hermano desde su senil lecho de convalecencia/moribundez.

Las tan cacareadas "reformas" de Raúl no han sido más que reediciones de las pretendidas "liberalizaciones" permitidas y cercenadas repetidamente por  su hermano en 1981 y 1993. La tibia adición de la permisión de la venta de casas y autos no ha sido una "reforma" sino una táctica del gobierno castrista para obtener ganancias de grandes mansiones y carros de colección confiscados y restaurados con recursos del estado, única entidad en Cuba con posibilidades para ello, cuya venta se realiza a través de agentes del gobierno, camuflados de "particulares" para dar la apariencia de una "liberalización".

Básicamente, sólo Raúl estaría autorizado para negociar un restablecimiento de las relaciones con los Estados unidos sin ser considerado como un traidor a los "principios" de Fidel Castro. Raúl Castro, así, es el único posible albacea de la herencia y la última voluntad voluntarista (valga la redundancia) de su "Gran Hermano".

Quien conozca profundamente la sicología y la actuación de Fidel Castro, sólo pude coincidir conmigo de que su personalidad hiperautocrática y superparanoica no le permitió dejar de gobernar hasta después de su muerte.
 

Estoy seguro que, como hizo el dictador Francisco Franco en España -gallego fascista como él-, Fidel planificó todo para que lo inevitable sucediera según sus términos. En este sentido, el primer indicio de la muerte de Fidel Castro son las primeras negociaciones entre Estados Unidos y Cuba, mediadas por los grandes amigos de Castro, a saber, Canadá y el Vaticano.

Fidel Castro jamás hubiera permitido la más mínima negociación de restablecimiento de relacione con EE.UU. en vida. De hecho, cada vez que un presidente americano se ha propuesto iniciar alguna gestión en ese sentido, Castro ha puesto los más insalvables obstáculos para evitar que dichas gestiones llegaran a cristalizarse. Recordemos los esfuerzos del presidente Ford, frustrados por la invasión cubana a Angola, o los de Carter, destruidas por el éxodo masivo de 1980, o los de Clinton, cortados por el derribo de las avionetas de los Hermanos al Rescate fuera de las aguas territoriales cubanas.

Una mirada superficial a la historia nos enseña que los gobiernos totalitarios acostumbran a ocultar y manipular la información sobre sus líderes.

Los soviéticos ocultaron durante meses las muertes de Lenin, Stalin y Brézhnev. Los chinos hicieron lo mismo con el deceso de Mao Zedong y los norcoreanos, con los sucesivos representantes de la dinastía Kim. ¿No harían los cubanos lo mismo, sobre todo si se trata nada menos que de Fidel Castro, el líder más longevo, mediático y controversial de la historia?

Es por ello que me atrevo a asegurar que Fidel Castro no sólo ha muerto sino que ya había muerto antes de comenzar las "negociaciones" (sí, entre comillas) para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Lo mismo sucedió con la precipitada restauración del Capitolio Nacional para volver albergar el parlamento cubano el próximo mes de marzo. Y todo ello jamás se hizo a espaldas o aprovechando la muerte de Fidel Castro, todo lo contrario.

Estoy convencido de  que Fidel Castro en persona estableció en su testamento con precisión y en pleno uso de sus facultades que tanto las negociaciones con Estados Unidos como la restauración del Capitolio Nacional se realizaran como parte de los inevitables funerales de su cadáver junto con los de los "principios" que pretendidamente “defendió” durante su larga y turbulenta existencia.

 

Fotos


foto_fidel-castro-muerto: https://canariaselmundonoticias.wordpress.com/2014/04/21/foto-de-fidel-castro-muerto-en-abril-2014/

muriofidel: http://unidosporcuba.com/fidel-castro-a-muerto/

fidel_castro_muerto 2. http://www.sarpanet.net/2011/09/01/el-rumor-del-comandante-fidel-castro-muerto-invade-las-redes-sociales/#.VLGYg003Ozk

La momia de Fidel Castro: http://opencuba.blogspot.com/2014/07/fidel-castro-ha-muerto.htmlhttp://opencuba.blogspot.com/2014/07/fidel-castro-ha-muerto.html