El acontecimiento –eternamente ansiado, casi como una quimera imposible- ocurrió cuando menos se lo esperaba.
El pasado
17 de diciembre, día demasiado señalado para el folclore cubano, Barak Obama,
presidente de los Estados Unidos de América, y Raúl Castro, presidente del
Consejo de Estado y de Ministros, primer secretario del Partido Comunista de
Cuba y jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, anunciaron simultáneamente,
desde sus respectivas capitales, el reinicio de las relaciones entre ambos
gobiernos.
Las
relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba habían estado interrumpidas
durante casi 54 años, desde el 3 de enero de 1961. El entonces presidente Dwight
D. Eisenhower había decidido cerrar la embajada norteamericana en la Habana a
raíz de la firma del tratado comercial ente Fidel Castro y la URSS.
El anuncio
ocurrió por sorpresa, como la explosión del Maine, el hundimiento del
Lusitania, el ataque a Pearl Harbor, los sucesos del Golfo de Tonkín o el
asalto tipo kamikaze a las Torres Gemelas.
Claro, para
un observador avispado, esto se veía venir.
Durante el
último año y medio, desde junio del 2013, ha habido intensas y no tan secretas
negociaciones entre la Habana y Washington por mediación del Vaticano –bajo la
égida de un papa latinoamericano afecto a la Teología de la Liberación- y
Canadá, eterno “amigo” económico y político del régimen castrista.
En el
ínterin, el gobierno de Estados Unidos eximió al de Cuba de la lista de países
que promueven el terrorismo.
El 20 de
mayo de este año, una carta de las personalidades más influyentes en EE.UU. le
pidió al presidente Obama aliviar las relaciones con Cuba. Al frente de los
firmantes, se encontraba David Rockefeller –uno de los más importantes
diseñadores del mapa político y económico mundial- que, a sus casi 99 años,
parece continuar liderando del círculo de financieros y políticos que diseñan
la economía mundial desde el Consejo de Relaciones Exteriores (Council on
Foreing Relations o CFR), el “think tank”” más influyente del mundo, la Reserva
Federal, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el grupo Bilderberg,
la Comisión Trilateral y otras. (En este blog, hemos intentado investigar la
larga y estrecha relación entre Fidel Castro y David Rockefeller.)
Recientemente,
varios editoriales del New York Times sobre Cuba auguraban que algo gordo se
estaba cocinando en la trastienda política
Y, de
pronto, sin vaselina ni saliva, el anuncio simultáneo de Obama y Raúl, con
afectuosa y extensa llamadita telefónica entre ambos, mediante.
Ahora bien,
¿Por qué ha sido tan atropellado el anuncio simultáneo del restablecimiento de
relaciones diplomáticas?
Todo ha
ocurrido como si ambos presidentes se apresuraran a evitar que alguien se interpusiera
y desconcentrar a todos los involucrados históricamente en la cuestión cubana.
Además, ¿por qué precisamente hora?
Desde el
punto de vista más inmediato y superficial, una de las hipótesis más racionales
sobre esta decisión precipitada del presidente Obama sería, primero, que este
deseara adelantarse a la primera sesión del 114o Congreso de los
Estados Unidos el próximo 3 de enero del 2015, dominado por una mayoría
Republicana el cual hubiera entorpecido cualquier decisión presidencial.
Se podría
aducir que Obama habría tenido tiempo suficiente para haberlo anunciado con
antelación. Sin embargo, lo que ambas partes parecen haber estado esperando era
el acontecimiento que diera luz verde al restablecimiento de relaciones
diplomáticas. Me refiero a la muerte de Fidel Castro o, al menos, su caída
definitiva en un coma irreversible.
Estoy
absolutamente seguro que el ego metagaláctico del Comandante en Jefe y la
importancia hipertrascendental que siempre le ha dado a su “prestigio”,
“carísima” e “intransigencia” jamás le hubieran permitido en vida aceptar una
reversión de aquello a lo que dedicó su carrera política en pleno, es decir, a la
perpetuación del enfrentamiento entre el minúsculo David isleño y el “Goliath”
del “Imperialismo” global norteamericano, el mayor enemigo que jamás nadie haya
enfrentado. Sin embargo, ello no significa que creamos que Fidel haya sido
efectivamente un revolucionario nacionalista, comunista y antimperialista
honesto, consecuente e intransigente hasta la tumba, al modo de un Amadís de
Gaula, un Cid Campeador o un San Jorge según el hispano sentimiento de
hidalguía, perviviente en el espíritu de los cubanos.
La
sicología del dictador, demostrada durante toda su longeva ejecutoria política,
marcada por una autoegolatría, un egocentrismo y una hiperautoestima desmedidos
no le permitirían jamás admitir lo que siempre fue. Fidel Castro jamás dejó de
ser un matón mafioso que encontró la forma de trascender los círculos locales y
nacionales al convertirse en agente provocador internacional al servicio de los
poderes de dominación global. En consecuencia, Fidel Castro es el peor traidor
de cuanto ha pretendido defender en su vida.
Fidel
traicionó a sus movimientos políticos originarios –el Partido Revolucionario
Cubano Ortodoxo y el Movimiento 26 de Julio- al confabularse con los agentes de
Moscú del Partido Socialista Popular. Traicionó la revolución cubana, cuyo
objetivo era la reinstauración de la democracia y el estado de derecho en Cuba,
convirtiéndola en la peor y más longeva tiranía de toda América Latina.
Traicionó a su patria, entregándosela, a los soviéticos. Para todo ello,
destruyó a su país, su naturaleza, su infraestructura, su economía, sus
instituciones y tradiciones, sumiendo a su pueblo en la mayor miseria y el peor
estado de esclavitud.
Ahora bien,
¿por qué querría Obama restablecer las relaciones con Cuba? ¿Cuál es la
urgencia? ¿En qué reside su perentoria necesidad?
Cuba es el
país más empobrecido e improductivo del hemisferio occidental.
Para
Estados Unidos y su gobierno, Cuba no tiene significado económico ni político
ni militar alguno. Hace mucho que dejó de ser la apariencia de una amenaza para
la seguridad interna norteamericana. Quizá, ahora, el único obstáculo para un
éxodo masivo de cubanos a Estados Unidos sea el depauperado régimen castrista,
pero ello siempre ha sido así y no es necesario restablecer las relaciones
diplomáticas ni levantar el bloqueo para mantenerlo de esa forma.
Es cierto
que varios presidentes norteamericanos antes que Obama exploraron la
posibilidad de restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba y levantar el
embargo sobre el comercio con la Isla. También es cierto que, cada vez que un
presidente norteamericano hacía algún gesto en tal sentido, Fidel Castro hacía
una de las suyas para corroborar la imposibilidad de una negociación al
respecto. ¿Por qué no ocurriría esta vez igual?
Nada ha
cambiado en Cuba, sobre todo, bajo el “mandato” de Raúl Castro.
Las
llamadas “reformas” del ”gobierno” de Raúl Castro no han ido más allá de
revivir las antiguas “aperturas” de su hermanazo de los ochenta y los noventa,
cuando permitió el trabajo por cuenta propia, los mercados “libres” campesinos
y el mercado de artesanos en la Plaza de la Catedral y otros lugares. Lo único
extraordinario ha sido la pretendida autorización de ventas de casas y autos.
Sin embargo, esta no es una reforma en sí, sino una jugada de engaño. El único
en Cuba que tiene todos los recursos para restaurar legamente grandes mansiones
y autos de colección es el gobierno. Así, el propio gobierno puede vender
costosos inmuebles y autos de colección a través de sus agentes encubiertos que
funjan como “propietarios privados”, dando así una apariencia de apertura.
Aunque Cuba
ha sido borrada de la lista de países que promueven el terrorismo y ha
disminuido su influencia en África y el Medio Oriente, el gobierno de los Castro
sigue desestabilizando países en América Latina, influyendo en los gobiernos de
Nicaragua, Honduras, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, no sólo en su
agresión a sus propios pueblos, sino sobre todo en la oposición de estos a
Estados Unidos. Tampoco ha dejado de apoyar a los movimientos narcoterroristas
de Colombia y, no dudarlo, otros países, como cuando era su cabeza directriz
para toda América Latina, África y el Medio Oriente.
Por otra
parte, los mismos que aún gobiernan Cuba representaron una amenaza mayor para
Estados Unidos que Vietnam, Iraq, Irán, Corea del Norte, Al Qaeda y el llamado
Estado Islámico. Cuba fue el único país que amenazó a EE.UU. con un ataque
nuclear y ayudó a desestabilizar toda América Latina y buena parte de África y
el Medio Oriente. El régimen cubano inundó, además, Estados Unidos de espías al
servicio de todos los enemigos de este país.
El régimen
cubano sigue siendo un gobierno diseñado acuciosamente para evitar el
establecimiento de la democracia, el estado de derecho y la sociedad civil, y
contra los derechos individuales, civiles y humanos. La única forma de hacerlo
ha sido a través de la destrucción de todas las relaciones e instituciones
económicas, sociales, democráticas y no gubernamentales del país. Ello ha
conllevado la destrucción total de su economía, recursos naturales, tecnología,
infraestructura, tradiciones, etc. La economía centralizada ha conducido a la
desaparición de toda la actividad industrial, agrícola y comercial de la Isla,
algo en lo que el pretendido embargo norteamericano no ha influido en nada.
A
contrapelo de quienes consideran la crisis económica permanente de la Isla como
el mayor “fracaso” del régimen, en realidad, ello es su más alto logro.
El gobierno
castrista ha seguido estrictamente los lineamientos estalinistas básicos de
mantener en la situación más paupérrima a la población para garantizar su
completa dependencia económica, política e ideológica del estado. Es decir, que
con el desastre económico nacional, el gobierno de los Castro impuso un régimen
de esclavitud generalizada perfeccionado en Cuba, al estilo de la Unión
Soviética de Stalin, la China comunista de Mao Zedong, La Norcorea de Kim Il
Sung, el Viet Nam de Ho Chi Min y la Cambodia del Khmer Rojo.
El
pretendido “embargo” o “bloqueo” norteamericano tampoco ha influido en el
colapso industrial e infraestructural de Cuba. Desde 1961, en que comenzó el
subsidio soviético al gobierno castrista, hasta 1991, en que se “desmerengó” en
comunismo, el bloque comunista envió a la Isla colosales cantidades de recursos
financieros y tecnológicos para el desarrollo industrial e infraestructural del
país. El gobierno de Fidel Castro dilapidó todos esos recursos en aventuras
terroristas y propagandísticas en todo el mundo, dejando que se desintegraran
enormes complejos industriales en los montes donde los abandonaron, cuando no,
los revendían a países dirigidos por sus cómplices.
Hoy día, desde
que desmanteló su industria azucarera, Cuba se ha transformado en un país que
no produce absolutamente nada, aparte de insignificantes cantidades de cítricos,
tabaco y ron que exporta gracias a su antiguo prestigio, ya que su calidad hace
mucho que decayó totalmente con respecto a la época de su antigua gloria
mundial..
El turismo
se ha deprimido significativamente desde sus días de auge en los noventa,
cuando anualmente visitaban la Isla dos millones de turistas de bajos recursos.
El gobierno
de los Castro subsiste gracias a los subsidios de Venezuela –revendiendo buena
parte del petróleo que le regala el gobierno semicolonial de chavista madurista-,
Brasil, China, España, Rusia y los alimentos que compra directamente en Estados
Unidos, cuya agricultura se halla altamente subsidiada en general por el
contribuyente americano. Pero, esto no es nada nuevo, ya que el gobierno de
Castro ha subsistido históricamente exprimiendo a sus compinches como ha hecho
con la URSS, Angola, Chile, Nicaragua, Canadá, Venezuela, España, los
narcoguerriilleros y los incautos inversionistas a los que se les ocurrió hacer
negocios con Castro en los 90.
Por demás,
el restablecimiento de relaciones llega en uno de los momentos más difíciles
para la tiranía cubana.
El Estado
benefactor protector ya había colapsado al producirse la caída de la URSS.
Desde hace veinte años, el gobierno castrista es incapaz de ofrecer siquiera
productos racionados, servicios públicos, médicos, educación, etc.
La caída
del precio del petróleo ha puesto en aprietos a uno de sus puntales, la
dictadura de Maduro en Venezuela, situación que se refleja con rudeza en la
economía cubana.
La miseria
y la desesperación del pueblo cubano parecen haber llegado al límite. La
población demuestra cada día que ya no tiene nada que perder y ofrece un
abierto rechazo al gobierno castrista.
La lucha de
la disidencia interna se ha intensificado su actividad y la represión se ha
recrudecido ostensiblemente.
Las salidas
ilegales se han multiplicado, teniendo el gobierno que retomar los antiguos
métodos de acometer las frágiles embarcaciones de los balseros en el mar a
costa de la vida de los emigrantes, para que en EEUU no se piense
que hay un nuevo éxodo masivo,
Es como si
el gobierno de Obama quisiera tirarle un cabo salvador al asfixiado régimen de
Castro en momentos de la desaparición del fosilizado líder de la revolución
cubana, único puntal real del régimen cubano.
Entonces,
si el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba
ha sido un acto festinado y sin sentido, la noticia sólo me hace pensar –más bien
me confirma- que el cuento del diferendo entre Estados Unidos y Cuba ha sido una
de las mayores farsas políticas de la historia.