Un tal Plutarco escribió un libro con este título. Aunque está en mi biblioteca heredada desde los tiempos de mi abuelo, no lo he leído. Ni lo leeré. No sé ni quien fue Plutarco. Ni me interesa. Soy un hijo de la modernidad y ella se basta a sí misma. No necesita referentes anteriores. Pero, ese nombre dentro del título me cautiva desde cuando era "una brizna yo" de lo que soy. Leyendo tu texto, que se me antoja flameante, vuelvo a pensar en él, en Plutarco. Y siento un gran vacío. Recuerdo que mi madre, que era comunista cuando no era bien visto, y siguió siéndolo hasta que la decepción la llevó a la tumba, no amaba especialmente a Che. Al igual que Nena, la madre tuya, la mía fue arrastrada hasta la desesperación, el naufragio, por aquella corriente desatada por la entrega de Blas a Fidel, de las banderas del PSP*. En mi memoria, tiene tonos dramáticos, de "fin del mundo", como diría un poeta, el cumplimiento de aquella orden dictada desde Moscú y cumplida en La Habana, una ciudad que acababa de despedirse de un Jean Paul Sastre que había, como Che, alucinado con el cosmopolitismo habanero. No por gusto describió que ocurría "un huracán sobre el azúcar". Y estaba en lo cierto aquel filósofo francés -quien tuvo la terrible oportunidad de presenciar la voladura del vapor La Coubre y ver los muertos y asistir a su imponente entierro, con una calle 23 alfombrada de flores blancas- el huracán lo había desatado un aleteo de mariposa ocurrido en nadie sabe dónde y sería, está siendo, más que nunca, devastador. De aquel día, es la foto del guerrillero Ernesto que ha recorrido el mundo. La foto del profeta armado por la historia. La imagen más difundida de todos los tiempos. La que preside los actos (últimamente festivos) en la Plaza y las pachangas en las discotecas y las manifestaciones en La Paz, cerca de donde dejó de ser Guevara carne y hueso ("polvo enamorado", diría otro poeta); y los eclécticos discursos en Caracas; y las revueltas antiglobalistas, donde quiera que se reúnan quienes marcan el abismo real entre ricos y pobres y emergentes. El Che, su imagen, es un paradigma más vinculado con el ideal de la justicia que con la injusta realidad que él quiso vindicar. Es un símbolo Che, y, como tal, puede interpretarse de diversas maneras, un ser (o no) sujeto, como Cristo o Buda, a las subjetividades. La de Nena, entre otras. O la de Chávez. No sé si Osama Bin Laden, la tiene en su santuario terrorista. Ignoro si Obama, el mulato presidente del "imperio" al que Che recomendó no darle "ni tantito así", tuvo a Che, a su imagen justiciera, entre los íconos de su juventud. Pero todos tuvimos y conservamos -en lo más profundo de nuestro inconsciente social- un Che, de plomo ardiente o briznas de hierba seca, o quien sabe qué. ¿Quién sabe? Y volviendo a Plutarco, Octavio, somos dos líneas en el mismo espacio. Somos dos puntos en el mismo tiempo, al que nos une el Che, entre otros dioses muertos. Y vamos a dejarlo que descanse en paz.
*Blas Roca -el secretario general del Partido Socialista Popular (PSP), que era el enmascaramiento del partido comunista cubano subsidiario del Comintern fundado por Stalin antes de la revolución de Fidel castro- le entregó a este el liderazgo del partido, ignorando los estatutos de la organización. Los mismos establecían que una decisión de tal magnitud debe ser tomada por el congreso del partido. Ello provocó no poco disgusto en buena parte de sus afiliados.