Friday, September 25, 2009

PAISAJE DESPUÉS DEL CONCIERTO


Me ha sido imposible sustraerme del tema de Juanes y su concierto en la Habana. Si no fuera por las mujeres de mi casa, no sabría quién es este cantante colombiano cuya música de caballitos y voz nasal he tenido que sobrellevar filosóficamente durante años. El trabajo, un par de buenos audífonos y la preferencia posterior de mis hijas por el reggaeton (peor opción, por cierto) me habían alejado del quehacer de este señor hasta que se le ocurrió la dichosa idea de trasladar su proyecto de Paz sin Fronteras a la Habana. Entonces, ante la controversia en torno al mismo, mi adorado tormento se erigió en una de sus defensoras a ultranza, teniendo que escucharle durante semanas todos los detalles de dicha polémica. En realidad, desde el principio, el asunto ni me iba ni me venía y me detenía a escuchar sobre el asunto más por consideración a mi media naranja que por otra cosa. No le veía el punto de estar a favor o en contra de un recital de un artista de moda cuando tantas cosas estaban ocurriendo tras bambalinas. Para mí, el concierto era la punta del iceberg de todo un movimiento político internacional en torno al gobierno cubano. Más parecía una variante caribeña de aquella política del Ping-Pong de Estados Unidos hacia China en los setenta. No en balde, cosa insólita para estos casos, Juanes corrió a los pies de la mismísima secretaria de Estado norteamericano, la Hillary, pretendidamente para “suplicarle” su permiso para su viaje. Sin embargo, después supe que el colombianito pertenece a la Fundación Clinton y nadie realmente sabe de qué hablaron. Es que, en los últimos tres años, tras el “traspaso” de poderes de Castro a Castro, el régimen cubano se iba hundiendo en su más profunda crisis económica y social, en el peor deterioro ideológico y político, y en la completa decadencia de su influencia internacional. No obstante, en vez de ponerle el pie en el cuello de la bestia para acabar con las miserias de los cubanos, los medios y los políticos, sobre todo en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica, desarrollaron una criminal campaña de levantar expectativas más que infundadas en torno a la posibilidad de que Raúl Castro pudiera traer un cambio en Cuba. Acto seguido, injustificadamente, dado que Cuba es el país con menos influencia económica y política de la región, casi todos los presidentes latinoamericanos, así como muchos políticos latinoamericanos, europeos y norteamericanos corrieron a besarle el borde del capote al “nuevo” patriarca de Cuba, recibiendo algunos de ellos hasta desaires e insultos por parte del enfermo y aún soberbio comandante. Por su parte, el nuevo gobierno norteamericano, en vez de concentrarse en la crisis económica en la que está empantanado el país, priorizó el “alivio” de las medidas contra el gobierno de Fidel Castro y se dedicó a hacer toda una serie de concesiones sin retribución alguna, más bien reproches, por parte de su beneficiario, el convaleciente Fidel Castro. Es en medio de todo ello que a Juanes se le “ocurre” la idea de trasladar su proyecto de “Paz sin Fronteras” a la Habana. No sé cómo le vino semejante inspiración. Lo que puede ser muy cierto es que sus amigos Víctor Manuel, el representante de Miguel Bosé, Olga Tañón, Dani Rivera y algunos otros que siempre tuvieron tiernos sentimientos hacia la tiranía castrista, jugaron su papel de celestinas en este matrimonio. Es muy seguro que, entre las muchas “buenas intenciones” del equipo del “apolítico” proyecto de “Paz Sin Fronteras” encabezado por Juanes, no estaba inicialmente la crítica ni acusación alguna contra el gobierno que funciona frente a la hiperpolitizada “Plaza de la Revolución” donde se realizaría su concierto. Esto era a pesar de ser uno de los principales enemigos de la paz en la región al promover la violencia, el terrorismo, la guerra, el narcotráfico y la desestabilización en América Latina, sobre todo en Colombia. Es precisamente en la patria de Juanes donde Fidel Castro se estrenó como agente provocador internacional en 1949, al encontrarse sospechosamente cerca del asesinato de Eliécer Gaitán, detonante del “bogotazo” que inauguró la terrible etapa de la historia colombiana denominada como “la violencia”. Si esta ha persistido por 60 años es que Fidel Castro ha sido uno de sus principales atizadores al apoyar no sólo grupos terroristas como las FARC, el M-19 y otras sino también el narcotráfico entre de Colombia y la Florida. Por otra parte, algunos españoles participantes del proyecto como Víctor Manuel y aspirantes como Ana Belén, muestran gran entusiasmo por acompañar a Juanes y volver a sus antiguas andanzas a favor de la tiranía castrista aún cuando esta ha sido uno de los más consecuentes colaboradores de la ETA, cuyas acciones terroristas han causado tantas muertes y pérdidas en la península Ibérica y son el principal desestabilizador de su escabroso proceso democrático.

Ahora bien, ni la ingenuidad ni las buenas intenciones son susceptibles de comprobación alguna, sólo sus consecuencias a posteriori. Por ello, no puedo afirmar que Juanes padezca de ninguna de ellas. Lo que es más seguro es que el cantante colombiano estaba igualmente imbuido el mito que los medios internacionales, el nacionalismo latinoamericano y el izquierdismo europeo han tejido en torno a Fidel Castro y su régimen, es decir, la leyenda del paradigma del enfrentamiento al “imperialismo” norteamericano y de la quijotesca voluntad de construir una sociedad “más justa” a 90 millas de este con el “apoyo” y la “lealtad” de “su” pueblo. Es por ello que, a pesar de los reiterados consejos y opiniones de sus conocidos cubanos del exilio, Juanes se llenara la boca durante semanas para afirmar que su concierto iba a ser absolutamente “apolítico” y que esta condición “sine qua non” estaba garantizada nada menos que por las autoridades cubanas y sus “distinguidos” representantes, Amauri Pérez y Silvio Rodríguez.


Desde el primer momento, los medios, sobre todo en la Florida, pusieron la noticia del proyectado concierto de Juanes en La Habana en los principales titulares de primera plana, sobredimensionándolo. Como era lógico, el exilio cubano, en especial el histórico, respondió airadamente. No voy a opinar de la actitud de algunos grupos del exilio, una escasa minoría que ha ido perdiendo terreno ante el sentir de las nuevas generaciones y las últimas oleadas de exiliados cubanos. Sin embargo, a pesar de lo minúsculo hasta lo ridículo de las protestas, estas fueron igualmente magnificadas con bastante mala intención por parte de los medios, sobre todo los Latinoamericanos de Miami. Históricamente, estos han mantenido un mutismo total con respecto a todo lo relacionado con Cuba, incluso sus artistas. Ahora, aprovecharon el acontecimiento para cerrar filas en torno a Juanes y arremeter con saña contra todo el exilio, a pesar de que un por ciento elevado del mismo apoyaba el concierto. Dada su actitud más que “neutral”, muchos de estos medios latinoamericanos de Miami fueron autorizados por el gobierno cubano para cubrir todo lo relacionado con el mismo, no así los de los representantes de los medios cubanoamericanos. Parecía que, nuevamente, los cubanos iban a perder otra batalla política contra el régimen de Fidel Castro, esta vez a manos de artistas y medios de sus “hermanos” hispanoamericanos.



Y llegó el día del concierto.



Desde una perspectiva cronológica, a todos nos sorprendió que Juanes y sus camaradas, tan afectos al régimen cubano, ahora se desgañitaran gritando “libertad” y referencias veladas a los prisioneros políticos y al miedo al régimen en una Plaza de la Revolución habanera, llena de agentes de la seguridad y rodeada por todos los principales órganos del régimen como el Comité Central del Partido Comunista, El Consejo de Estado, el Consejo de Ministros, el Ministerio de las Fuerzas Armadas y el truculento Ministerio del Interior, presidido este último con la imagen del Che en su fachada. ¿Cómo fue que, de pronto, Juanes traicionara el tan cacareado “apolitismo” de su proyecto? El regreso de artistas y periodistas a Miami al día siguiente aclarará este enigma. Poco a poco, saldrán los videos y entrevistas del enfrentamiento de todas estas “buenas intenciones” con el régimen cubano. Este sólo les había mostrado el colmillo de su profundo carácter represivo y tiránico, y ni los más adictos a la tiranía pudieron resistirlo. Fue como darle un vistazo al mismísimo foso infernal. Todo explotó en el lobby del Hotel Nacional de la Habana, donde Juanes, Olga Tañón y Miguel Bosé se enfrentaron a los funcionarios cubanos. No pude menos que reírme al ver una grabación del altercado, en la cual se escuchaba la dolida e indignada voz de Olga Tañón que decía, sollozando “¿Pero qué pasa? Es muy fuerte para nosotros, defendiendo el país de ustedes (léase la revolución de Fidel Castro).” Así fue como la brutal realidad cubana cayó con todo su peso sobre los corazoncitos de los “ingenuos” y “bien intencionados” artistas. (Una interesantísima óptica de este altercado la dio mi amiga Midiala en su blog http://www.midiala-rosales.blogspot.com/)Algo por el estilo ocurrió con la mayoría de los otros periodistas latinoamericanos de Miami que cubrieron el evento, quienes se sintieron acosados por los sicarios de la tiranía y se pudieron asomar brevemente al terrible espectáculo de la vida cotidiana del cubano, algo que borra cualquier ensueño nacionalista y “antimperialista” latinoamericano.


Antes de su concierto, Juanes, mientras sostenía que este iba a ser completamente apolítico, aseguró igualmente que el mismo iba a cambiar la conciencia de Miami (léase del exilio cubano). Sin embargo, fue él quien experimentó un vuelco total de mentalidad. Y, en cuanto a sus camaradas que eran tan aficionados a Fidel Castro y su revolución como Víctor Manuel, Olga Tañón y Dani Rivera, si no cambiaron su conciencia, al menos, tendrán que esconder sus ligeras lenguas en el lugar menos digno de su cuerpo. Por otra parte, muchos medios latinoamericanos de Miami, antes tan “ignorantes” de la realidad cubana, ahora han ido tomando posiciones con respecto a la misma, divulgando la desagradable experiencia de sus enviados, e, incluso, dándole tímidamente lugar a los artistas cubanos. La experiencia, al no haber sida relatado por los tan vilipendiados exiliados cubanos sino por fuentes latinoamericanas, ha tenido una repercusión inusitada.


En cuanto al exilio, la minoría de frustrados y violentos no dejó de añadir su acostumbrada nota de desprestigio a la causa de la lucha contra la tiranía y a favor de la democracia y el Estado de derecho. Sin embargo, a diez años de aquel niño maravilla llamado Elián González, la mayoría de los emigrados cubanos demostraron que han ido cambiando su consciencia y sus expectativas sin necesidad de ningún cantante extranjero ni ningún concierto, por muchas “buenas intenciones” que tenga. En definitiva, se marcó el aislamiento del llamado “exilio histórico” y su defunción como fuerza política de importancia y el desarrollo de una nueva conciencia más acorde a los nuevos tiempos



Para los cubanos de a pie de la Isla, de los que menos se ocuparon los medios antes del concierto y que tuvo un papel protagónico en el mismo ante los ojos de los medios internacionales, la vida siguió igual. Ignorantes de cuanto sucedió en Miami antes y después del recital, con excepción de lo que les trasmitió a cuenta gotas la propaganda oficial, disfrutaron malamente su concierto dado que la calidad del audio fue pésima y las condiciones de la Plaza del lugar, más que incómodas, fueron insoportables, aún para un cubano de la Isla. En definitiva, para el cubano común de la Habana, fue una fiesta más que no cambiará nada de su situación inmediata (la única que cuenta, en definitiva) que sigue siendo cada vez más precaria, más aislada, más reprimida, y más desesperanzada. (A continuación, publico el correo de un amigo de la Habana en el que me daba su apreciación muy personal del concierto)



Finalmente, después de toda la información sobre el concierto dada a posteriori por los medios, también el amor de mi vida cambió su forma de pensar acerca del mismo, coincidió conmigo en muchas cosas y hasta llegó a perdonarme que Juanes ni me fuera ni me viniera.




NOTA: La caricatura que precede este comentario es del gran caricaturista venezolano Roberto Weil.



APÉNDICE



El lunes 21, al día siguiente del concierto de Juanes en la Habana, le escribí lo siguiente a un amigo que aún está varado en el medio de Centro Habana:




From: Octavio Guerra

To: Tomás Urquiza

Sent: Monday, September 21, 2009 9:23 PM

Subject: Re: qué pasa?

Sé que no estás en la onda pero ¿qué dice la gente del concierto? Aquí se transmitió en vivo y en directo y ha tenido un impacto tremendo.


Y, el amigo, cuyo nombre prefiero mantener bajo uno de los muchos pseudónimos que él utiliza al modo de Pesoa, me contestó con lo siguiente, que he respetado íntegramente:



From: Tomás Urquiza
Subject: Re: qué pasa?
To: "Octavio Guerra"
Date: Tuesday, September 22, 2009, 10:07 AM


Del concierto, que haya escuchado, la gente poco, o más bien nada ha dicho ni antes ni después del mismo. Fue un evento desorganizado (pésimo audio, fallas de imagen, entrada selectiva, cantantes disfónicos...), un show puntual más, bajo el control del poder mundial. Un extremo mediático más, un pico de audición presencial y virtual más, en el mundo mediático, calificado como histórico sólo por sus organizadores y participantes. Pues, Fidel, con un mensaje más audaz, durante décadas, él solo, sin la ayuda de nadie, reunió mucha más gente, durante al menos en los primeros 20 años, que Juanes y sus socios. Y no los reunía para darles música, el producto de más alto consumo mundial, más que el petróleo, los alimentos, el sexo, la pornografía, más que nada. Fidel reunía a la gente para darle esperanzas, aliento, conciencia de que las relaciones humanas cambiarían. Fidel daba utopías, como mismo Juanes, pero tenía más convocatoria aunque todas las promesas resultaron en el mayor fraude la de historia nacional. La Plaza sigue siendo el espacio, el escenario de Fidel. De nadie más.



Trascendente sólo para ellos, que jamás habían logrado reunir y actuar ante tantos cientos de miles de pasivos y pacientes espectadores, no los enardecidos seguidores de Fidel. Como la visita del Papa en enero de 1998, el evento "Paz sin Fronteras" se circunscribirá sólo al domingo 20 de septiembre del 2009 en la historia local y mundial, ni un día más o menos. En verdad, resultó un concierto contra el miedo. El miedo entre otros males. Pero para bien o para mal, por más que se empeñaron Juanes y sus compañeros de viaje en quitarnos el miedo, nada pudo. Ni podrá, porque ya hoy, a dos escasos días, nadie recuerda, nadie habla, se disolvió como aquella masa de miles de miles de mimos que se reunió en la Plaza de la Revolución de La Habana. La gente ha vuelto a su rutina, al invento, a la más elemental subsistencia. Porque, junto al miedo endémico, histórico la mala memoria es el más eficaz producto de la cultura ceferrista. La gente olvida, gracias a Dios o a Fidel o a Obama, que es lo mismo, para bien o para mal, tiene un miedo incurable y olvida, porque si en aquel momento en que Juanes gritó ante un millón y medio, dicen, de, en su enorme mayoría, joven auditorio "¡No tengan miedo, muchachos!" le hubieran hecho caso... ¿Qué habría sucedido en la Plaza de la Revolución? ¿Y si de pronto les da por recordar aquello y se toman el futuro por su cuenta? Mejor ni hablar de eso. La imagen que deriva es espantosa. No me conduce a una paz sin fronteras.

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