Thursday, May 20, 2010

EL AVIONAZO DE BARBADOS Y EL FRAUDE ELECTORAL CUBANO*



Como vimos, Fidel Castro había inclumplido sistemáticamente los compromisos económicos con la URSS y se había opuesto a la política exterior soviética. Ello motivó al Kremlin a eliminarle los suministros desde 1968**.


En enero de 1972, Castro fue de rodillas a Moscú, dispuesto a darle a los soviéticos lo que le pidieran a cambio del restablecimiento del subsidio ruso a su gobierno. El Politburó le exigió entonces al líder cubano la entrega total de la Isla bajo la forma de su integración al bloque de colonias soviéticas de Europa del este. Así, el derrotado comandante regresó a la Isla con un paquete de medidas dirigido a la implementación de este proceso.


Para la sovietización de Cuba, Fidel Castro debía dar varios pasos. El primero era la restructuración del Partido a imagen y semejanza del partido comunista de la URSS***. El segundo consistía en la imposición de una constitución de la república clonada de la soviética****.


El tercer y último paso para la sovietización completa de Cuba sería la formación de la Asamblea nacional del Poder popular en 1976 como órgano legislativo unicameral y la legitimación de Fidel Castro como máximo representante del gobierno comunista. Sin embargo, la operación estaba muy lejos de ser sencilla.


En 1976, lo largo de los 17 años de revolución, el pueblo había experimentado frustración tras frustración junto a la reducción de sus libertades y el aumento de sus carencias y miserias. La lucha contra la oposición interna y las agresiones del "imperialismo" había terminado a mediados de los sesenta. Desde entonces, la situación económica y material de la población fue empeorándose con el fracaso de cada nuevo experimento económico y social. Ello iba en proporción directa al aumento de la represión y el aislamiento total del exterior.


El arsenal de promesas del Comandante en Jefe se agotaba a medida que tanto el cumplimiento como el incumplimiento de cada una de ellas resultaba en el empeoramiento de la situación del país. El fracaso de la zafra de los 10 millones de toneladas en 1970 –en torno a cuyo cumplimiento, Fidel Castro había levantado expectativas supremas- había sido la tapa al pomo.


Como era lógico, la apatía del pueblo hacia la revolución castrista creció en progresión geométrica con las decepciones. Desde la "ofensiva revolucionaria" del 68, los cubanos protagonizarán una huelga de brazos caídos que ni una brutal ley contra la vagancia será incapaz de combatir hasta nuestros días.

Puede decirse que, a mediados de 1976, el carisma y el prestigio del comandante en jefe se hallaban en su más bajo nivel.

Su ego metagaláctico y la experiencia le dictaban al Comandante en jefe que no podía permitirse una "elección" de su persona para los máximos cargos del país como una mera pantomima más, semejante a todos los eventos recientes como el Congreso de educación y cultura, el XIII Congreso Obrero, el Primer Congreso del partido y la proclamación de la Constitución socialista.

El comandante en jefe necesitaba desesperadamente un factor de unidad nacional extraordinario que lo situara de nuevo en la cumbre del liderazgo nacional en el momento de su proclamación oficial.


La experiencia le había enseñado que un verdadero líder necesitaba un gran escenario con la mayor cantidad de espectadores posibles en el paroxismo del arrebato. Su entrada en la Habana en 1959, los entierros de las víctimas de la explosión del carguero francés La Coubre en marzo de 1960 y del bombardeo a los aeropuertos cubanos en abril de 1961; la creación de los CDR en la noche de las 100 bombas de septiembre de 1960; la velada solemne por la muerte del Che Guevara en 1968 y el recibimiento de los pescadores "secuestrados" en 1970 habían sido sus momentos de gloria en los que había movilizado la nación casi entera incluso contra sí misma. En tales ocasiones, su enrevesada y encendida facundia había logrado encandilar nada menos que a una raza tan sarcástica y perspicaz como la cubana.


El factor de unidad nacional que necesitaba Fidel Castro antes de las elecciones de 1976 debía ser de tal magnitud que obviara todas las frustraciones e infortunios sufridos por los cubanos bajo su gobierno y reviviera las glorias de la década pasada. Y, ese detonante de la unión nacional sólo podría provenir de un gran golpe del "enemigo", que evidenciara una vez más su condición de líder patrio y de comandante en jefe de la plaza sitiada en que había transformado la nación. Por desgracia, tras la crisis de los misiles de 1962, los EE.UU. habían pactado con los soviéticos la no agresión a Cuba. A Fidel Castro se le agotaban los enemigos.


"Casualmente", desde el regreso de Fidel Castro en 1972, las "agresiones" de sus opositores del exilio cubano –tan necesarias para su caudillaje- se habían revitalizado. Las mismas habían ido decayendo hasta casi desaparecer a finales de los 60, erosionando su liderazgo. Sin embargo, desde que comenzó el proceso de sovietización de Cuba, los atentados contra embajadas y oficinas del gobierno cubano en Europa y América latina se fueron incrementando hasta ser casi cotidianas en 1976.

Después de la proclamación -en la fecha patria del 24 de febrero de 1976- de la 12ª República establecida por la Constitución socialista, fue creada la Comisión electoral del Partido. Esta, tras organizar las asambleas de proposición de candidatos a delegados del poder popular, había programado las elecciones para el 10 de octubre –otra fecha patria- de ese mismo año*****. En realidad, el pueblo se había resignado a su suerte y poco le importaba ya que Fidel Castro hiciera elecciones o cantara en la ópera china de Zanja.


Sin embargo, la suerte de los malvados resulta siempre sospechosamente favorable.


Cuatro días antes de las eleccionesa, a Fidel Castro le cae literalmente del cielo –o lo derriba de una pedrada- el tan ansiado factor de unidad nacional.

El 6 de octubre de 1976, el vuelo 455 de la empresa Cubana de Aviación, que viajaba de Barbados a la Habana vía Jamaica, estalla en pleno vuelo con 73 personas a bordo.


Inmediatamente tras el sabotage del BC-8 cubano, la propaganda castrista enloquece, llamando a cerrar filas en torno a la revolución, el socialismo y el comandante en jefe.


La muerte de todo el equipo nacional de esgrima, un grupo de adolescentes que acababa de triunfar en una competencia de nivel mundial, hirió profundamente al pueblo cubano, independientemente de sus sentimientos hacia el gobierno. Nadie en Cuba podía entender cómo alguien pudiera cometer semejante crimen.


Las elecciones del 10 de octubre de 1976 se transformarán en un aplastante éxito de apoyo popular. Cuatro días más tarde, las autoridades venezolanas anuncian la detención de los pretendidos autores intelectuales del hecho, los exiliados cubanos Luis Posadas Carriles y Orlando Bosch. Al siguiente día, el 15 de octubre, en la Plaza de la Revolución, los organos de propaganda del régimen cubano reunirán a más de un millón de cubanos para rendirles tributo a las víctimas del sabotaje de Barbados. En este acto, Fidel Castro aprovecha para erigirse como el máximo representante de la pena y la indignación nacional, declamando aquel versito cursi de "cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla" que hará clamar de dolor y rabia a todo un pueblo. Dos días más tarde, el domingo 17, se realiza la segunda vuelta de las elecciones con la misma participación popular.

Durante las siguientes semanas, la maquinaria propagandística aprovechará todos los ángulos del hecho, sobre todo la actitud de ciertos grupos de la oposición del exilio cubano en Miami. Este, desde 1959, había sufrido continuos fracasos en su lucha contra la tiranía de Fidel Castro y un profundo aislamiento internacional dado el apoyo a la dictadura de todos los enemigos latinoamericanos y europeos de los EE.UU. La única razón de su existencia era la oposición a todo lo que representara a la dictadura castrista y, por contraposición, el apoyo a todo lo que se le opusiera a este. Inmediatamente, algunos grupos del exilio vieron a los presuntos terroristas cubano-americanos como los héroes que tanto había esperado. Ello le dio a Fidel Castro otro motivo para demonizar a su oposición en el exilio ante el pueblo de Cuba y la opinión pública mundial, justificando su liderazgo y la condición de plaza sitiada de la Isla.

El 2 de diciembre de 1976, seis semanas después del sabotage de Barbados, se conmemoraba el vigésimo aniversario del desembarco de Fidel Castro del yate Granma en costas cubanas para comenzar la lucha guerrillera contra la dictadura de Batista. Como es lógico, semejante acontecimiento ya había sido convertido en fecha patria magna por la propaganda castrista. Era la conmemoración idónea para que la flamante Asamblea Nacional la "elegiera" para la proclamación, en sesión solemne, de Fidel Castro como presidente de los Consejos de estado y ministros, y Comandante en jefe de las Fuerzas armadas. Semejante proclamación -que se sumaba a la de secretario general del Buró político por el congreso del partido- "legalizaba" el monopolio absoluto de Fidel Castro sobre el poder en Cuba. El tirano lograba así todos sus objetivos: a saber, la entrega total de la Isla a los soviéticos bajo el disfraz del nacionalismo extremo, la legalización de su gobierno unipersonal, la justificación de su liderazgo, la demonización de sus enemigos y, lo más importante, la restauración del subsidio soviético que tanto necesitaba dada su absoluta incapacidad como administrador y la ineficiencia intrínseca de los gobiernos y las economías comunistas.

En fin, nadie sabe para quién trabaja o, quizá, nadie sabe para quién trabajan algunos.


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*Este es el último comentario de la serie ininterrumpida sobre las elecciones, las estructuras de poder y la sovietización de Cuba por Fidel Castro que comenzamos en este blog con el escrito titulado "Democracia a lo soviético" el 21 de abril de 2010.


**Ver en este blog el comentario titulado "Omnipotencia y omnisciencia del Partido Comunista" del 27 de abril sobre el Partido como la estructura oculta del poder absoluto del gobierno comunista.


***Ibídem.


****Ver en este blog el comentario titulado "El Fraude de la 12ª República de Cuba" del 11 de mayo sobre la imposición en Cuba de una constitución copiada de la soviética para convertir al país en colonia de la URSS.


*****Ver en este blog el comentario anterior titulado "Elecciones a la cubana" sobre el control estricto del partido comunista sobre el proceso electoral cubano.

Tuesday, May 18, 2010

ELECCIONES A LA CUBANA



Hace pocas semanas, comentábamos que las agencias noticiosas como la española EFE y France Press, al cubrir las recientes elecciones en Cuba, repitieron el cliché de la propaganda castrista de que el Partido no escoge los candidatos a delegados y diputados al llamado "Poder popular". .


No es necesario arañar demasiado la superficie propagandística del régimen cubano para comprender que el Partido controla cada paso, cada rincón de la vida de la Isla por insignificante que sea*.


El proceso electoral cubano no es una excepción. Todo lo contrario. El partido toma especial cuidado en el control absoluto del mismo desde su base porque es uno de sus instrumentos fundamentales de propaganda.


El objeto de las elecciones en Cuba está muy lejos de buscar la representación popular en la asamblea legislativa ni la elección de los máximos puestos políticos de la nación. Su único fin es ocultar el verdadero carácter dictatorial, arbitrario e inconsulto del gobierno de Fidel Castro.


En primer lugar, la comisión electoral nacional pertenece al Consejo de Estado, cuyos integrantes todos son miembros del Comité central del partido comunista. Esta comisión es la que convoca a las elecciones, organiza los colegios electorales y es el canal por donde fluyen las cifras de estos a las instancias nacionales.


El llamado Poder Popular en Cuba tiene una estructura muy similar a la de los soviets rusos surgidos durante la revolución rusa de 1905, impuestos por Lenin al triunfar la revolución de octubre de 1917 y remodelados por Stalin para perfeccionar su poder absoluto.


La Constitución socialista de 1976 dividió administrativamente el país en 14 provincias de las 6 que existían originalmente. Cada provincia, a su vez, está dividida en poco más de 10 municipios, lo que hacen 169 municipios nacionalmente. Y, cada municipio está dividido, a su vez, en varias circunscripciones que suman poco más de 600 en todo el país.


Con excepción de la circunscripción, cada instancia de la administración nacional tiene una asamblea del poder popular, a saber, la Asamblea municipal, la Asamblea provincial y, en su cúspide, la Asamblea nacional, el pretendido órgano legislativo de la nación.


A partir de la modificación de 1992 a la Constitución socialista de 1976, la elección de los delegados a las asambleas municipales y de los diputados a la Asamblea nacional (el órgano legislativo del país) se realiza directamente en las circunscripciones.


A nivel de circunscripción, el proceso eleccionario cubano-soviético tiene tres etapas. Primero, la proposición de los candidatos a delegados y diputados en las asambleas de las circunscripciones. Segundo, la divulgación de las biografías de los candidatos en lugares públicos y, tercero, la elección propiamente dicha.


Las asambleas de proposición de delegados a las asambleas municipales y diputados a la Asamblea Nacional se semejan en su forma a la democracia directa de las comunas suizas. Sin embargo, todo es pura apariencia.


Es difícil escapar a las reuniones del poder popular.


Los Comités de defensa de la revolución (los tristemente célebres CDR) tienen la tarea de informar a los centros de trabajo y de estudio –así como a las organizaciones revolucionarias- las ausencias de cada ciudadano a las asambleas de su circunscripción. Esta información es, además, sistemáticamente asentada en el expediente secreto que tiene cada cubano sin saberlo en los archivos del Departamento de seguridad del estado. Es por ello, que la mayoría de las personas asisten a las mismas para evitar cualquier perjuicio a su status laboral, a su carrera o a sus escasísimas posibilidades de progreso personal.


Antes de la asamblea de proposición de candidatos a delegados y diputados del Poder popular, el núcleo del Partido de cada circunscripción electoral deberá reunirse en secreto para escoger los candidatos "idóneos" (por su sumisión al régimen) para que sean propuestos por distintos militantes bajo la apariencia de iniciativa personal de los mismos. Sin embargo, todo el mundo sabe en la asamblea que son las propuestas del Partido y nadie se atreverá a contradecirlas.


Puede que haya un resquicio en el sistema electoral gracias al cual una asamblea aproveche el método de mano alzada para aprobar un candidato que no sea del agrado del Partido. Esto no es gran problema. El núcleo del Partido y el delegado del Ministerio del interior se encargarán, muy en privado, de hacerle "una proposición irresistible" al candidato no deseado para que renuncie a su candidatura, la cual aceptará este sin discusión.


El segundo paso de las elecciones de delegados y diputados al poder popular es la divulgación pública de las biografías de los candidatos. Estas se pondrán a la vista en cada lugar público de la circunscripción correspondiente


Se entiende que los delegados a las asambleas municipales y provinciales del poder popular deberían velar por los intereses de sus electores, más aún, si son los diputados a la Asamblea popular, el órgano legislativo de la nación. Es por ello que la información sobre los candidatos debería detallar sus respectivas plataformas políticas. Sin embargo, desde su creación en 1976, ningún candidato jamás ha dicho una palabra a sus electores sobre sus propósitos al ser elegido.


Ningún candidato a diputado de la Asamblea nacional jamás ha mencionado siquiera la intención de proponer o vetar una ley en beneficio de su electorado.


La información que recibe el electorado sobre un candidato al poder popular se refiere exclusivamente a la incondicionalidad del mismo a la revolución, al Partido y al Comandante en jefe. Eso es lo que se mide a la hora de su elección. Sólo eso.


A la larga, todos los cubanos saben que es completamente indiferente a quién se elija. Siempre serán propuestos y "elegidos" aquellos candidatos que respondan sin discusión a los mandatos del Partido antes que a los intereses de sus electores.


Finalmente, llega el día de las elecciones. Estas se realizan los domingos para que puedan acudir la mayoría de los votantes.


El colegio electoral se sitúa en la casa de algún militante del Partido de la circunscripción arreglada para semejante ocasión.


Es práctica general que los militantes del Partido de la circunscripción acudan a las casas de los votantes morosos y los escolten "amablemente" a los colegios electorales para obtener el índice de asistencia requerida por los órganos partidarios superiores.


Una vez en el colegio, el votante es recibido por la mesa de la comisión electoral local, la cual asienta en una lista su nombre con su número de carnet de identidad, documento obligatorio en Cuba y le entrega la boleta de elección.


La boleta sólo tiene los nombres de los candidatos con una casilla al lado donde se debe marcar el candidato "preferido"


Al recibir la boleta, el votante debe entrar en un recinto hecho con mamparas improvisadas con una cortina en la entrada para "asegurar" la privacidad al momento de llenar la boleta.


Muchos votantes, para cumplir con la formalidad, marcan la casilla del primero que encuentran. Otros, más arriesgados, las marcan todas o no marcan ninguna o, simplemente, marcan más de lo solicitado para que la comisión anule la boleta si muchos problemas. Los más osados escriben lo que se les ocurre, desde garabatos, hasta consignas contra el gobierno e insultos soeces.


Al salir del recinto cerrado, el votante se dirige a la urna electoral, escoltada por dos niños en uniforme escolar con la pañoleta de pionero comunista, donde introduce su boleta doblada.


Al final de la jornada electoral, la Comisión electoral de la circunscripción –integrada por militantes del partido de la zona- abrirá ante testigos –otros militantes de la zona- la urna electoral y comenzará el conteo de votos. Sólo se tomarán en cuenta las boletas que marquen la cantidad de candidatos establecida. El resto, serán declaradas anuladas. El presidente del colegio electoral simulará la lectura del conteo de votos.


En los días del maleconazo de 1994 cuando la mayoría del pueblo esperaba la caída del régimen castrista y llenaban las boletas electorales de consignas contrarrevolucionarias e insultos soeces, las cifras siempre resultaban favorables para el gobierno. Esto sólo se lograba adulterando las cifras desde el mismo colegio electoral de la circunscripción. Sin embargo, poco importan las cifras de un colegio aislado.


Lo importante para la propaganda castrista son las cifras globales-


Las verdaderas cifras de los resultados electorales circularán secretamente por los canales internos del partido con carácter de secreto de estado. Sin embargo, si las cifras son muy chocantes para el Comandante en jefe, las instancias inmediatamente inferiores las adecuaran al estado de ánimo de este.


Al final de todo el proceso electoral, las cifras de las elecciones siempre demostrarán un apoyo popular aplastante al régimen y los delegados y diputados serán indefectiblemente ultraoficialistas. Esto regocija siempre los amantes del gobierno de Fidel Castro, sobre todo extranjeros, quienes nunca dudarán de cantidades de participación y aprobación popular que exceden en mucho las de los verdaderos países democráticos, demostrando la "superioridad" de la "democracia socialista" sobre la "capitalista".


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*Ver en este blog el comentario del 27 de abril de 2010 OMNIPOTENCIA Y OMNISCIENCIA DEL PARTIDO COMUNISTA

Tuesday, May 11, 2010

EL FRAUDE DE LA 12ª REPÚBLICA DE CUBA



Como ya hemos dicho*, en el mes de enero de 1972, Fidel Castro, tras soportar en Moscú una de las humillaciones más graves de su vida, regresó a Cuba con la encomienda de transformarla en colonia soviética. Esta era la condición sine qua non para recuperar el subsidio ruso que había perdido por su incapacidad para cumplir con los compromisos contraídos con la URSS a principios de los 60.


Para consumar las exigencias del Kremlin, en primer lugar, Fidel Castro debía establecer una constitución semejante a la soviética, con la previa restructuración del partido, la verdadera estructura del poder comunista, como ya hemos explicado**.


La instauración de una constitución foránea en Cuba era harto complicada para Fidel Castro.


Generalmente, las revoluciones son producidas por grandes catástrofes económicas y sociales. En cambio, la revolución cubana de 1959 se produjo en los momentos del mayor auge económico que jamás haya experimentado la Isla.


El principal motivo de la revolución contra la dictadura del general Fulgencio Batista consistía en que este había derribado la 9ª República - instaurada por la Constitución de 1940- con su golpe de estado de 1952.


La constitución de 1940 era considerada como la más avanzada del mundo y el resultado supremo de las 8 repúblicas cubanas anteriores, a saber, las 4 repúblicas en armas contra el colonialismo español, 1 autonomista, 1 intervenida por los norteamericanos y las 2 surgidas durante el llamado período republicano. Sin embargo, ello era pura mitología política inventada por los opositores del gobierno de facto de Batista. En realidad, los tres gobiernos que rigieron bajo la 9ª República (entre los que se contaba un término presidencial del propio Batista apoyado por los comunistas) fueron harto corruptos y, permitieron una violencia política sin precedentes en la Isla.


Fulgencio Batista había instaurado su odiada 10ª república por medio de un golpe de estado y la imposición de la Ley constitucional de 1952, con la que derogó la Constitución de 1940 y muchos de los derechos civiles. Ello provocó la ira de todas las tendencias políticas opositoras que deseaban el retorno a la república precedente. Es en esta lucha que Fidel Castro se destaca como el líder indiscutible de los propósitos nacionales. Sin embargo, una vez en el poder, Castro pondrá todos los obstáculos posibles para evitar la reinstauración de la Constitución de 1940, aprovechando el desmantelamiento de las instituciones democráticas por el gobierno de su predecesor.


A poco más de un mes del triunfo revolucionario, Fidel Castro aceptará la instauración de la 11ª república provisional a través de la Ley fundamental de 1959. Este era un pretendido paso previo a la reinstauración de la derrocada 9ª República. Sin embargo, Castro tenía otros planes bien distintos.


Desde su ascenso al poder, Fidel Castro provocó continuas turbulencias políticas debidas a las confiscaciones masivas de propiedades -disfrazadas de profundas medidas populares- y al meteórico diferendo con los EE.UU., camuflado por el extremismo nacionalista. Estos le permitieron lanzar la oportunista consigna de "¿Elecciones para qué?" bajo la justificación de que los enemigos del pueblo y la Patria utilizarían las campañas eleccionarias y las urnas para subvertir la revolución.


Durante 13 años, Fidel Castro prohibió mencionar siquiera la Constitución de 1940, elecciones, división de poderes, asamblea constituyente, parlamento o cualquier otra cosa que atentara contra su poder unipersonal absoluto. No fue hasta su regreso de Moscú en enero de 1972 que habló de la necesidad de una nueva constitución.


Para enmascarar el hecho de que debía imponer al país una copia de la constitución soviética, Castro crea una comisión de "estudios jurídicos" con el pretendido propósito de "buscar las bases para redactar una nueva constitución". Para endulzar la píldora, al frente de la misma pondrá a Blas Roca, uno firmantes de la mítica constitución del 40.


Blas Roca era un personaje de absoluta ambigüedad política. Antiguo secretario general del Partido Socialista Popular, siguiendo las órdenes del KOMINTERN, había apoyado indistintamente a Fulgencio Batista y a Fidel Castro, además de haberle entregado a este último el partido comunista en forma inconsulta. Ello trasgredía todas las reglas y estatutos del viejo partido comunista lo que provocó no pocos disgustos y conflictos entre muchos de sus dirigentes y militantes.


El 22 de octubre de 1974, el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros y el Buró Político del Partido Comunista de Cuba –que estaban constituidos casi por los mismos miembros- adoptaron crear una comisión mixta del Partido y del Gobierno –el mismo perro con dos collares distintos- con el objetivo de preparar y redactar un anteproyecto de constitución. Al frente de la misma, estará nada menos que el mismo camarada Blas Roca, que, por demás, estaba muy lejos de ser, no ya abogado, sino ni siquiera amanuense de juzgado.


Sin mediar asamblea constituyente alguna - donde los representantes populares discutieran el cuerpo de la nueva ley fundamental- la "comisión redactora" le entregará, con la solemnidad de los grandes fraudes, el anteproyecto de constitución al Comandante en Jefe. Este, con la misma rimbombancia, ordenará su "discusión" popular inmediata.


Según los órganos de propaganda del régimen cubano, durante el proceso de discusión pública del anteproyecto de constitución socialista, participaron 6.216.981 personas que propusieron 12.883 modificaciones, 2.343 adiciones de contenido constitucional, así como 84 solicitudes de aclaraciones. Para un documento de escasas 40 páginas, todo ello lo hubiera cambiado radicalmente. Sin embargo, el proyecto de Constitución socialista saldrá de este proceso casi intocado, con el cambio esporádico de una que otra frase intrascendente para darle un toque tropical y nacionalista al gélido tono siberiano de la constitución soviética.


El 29 de diciembre de 1975, en las conclusiones del Primer Congreso del Partido, se darán a conocer los "resultados" de la "discusión pública" del anteproyecto constitucional y se promulgará la Ley No. 1299, según la cual, este se sometería a la aprobación popular en un Referéndum nacional a realizarse el 15 de febrero de 1976.


A partir del momento en que se llamó al Referendo Nacional para aprobar la Constitución socialista, la comisión del miedo, a través del departamento de contrapropaganda de seguridad del estado, comenzó a propalar rumores en forma subrepticia entre la población. Uno de los rumores más intimidantes consistía en afirmar que las urnas que se utilizarían para el referendo estaban preparadas para que las boletas cayeran en el mismo orden que las listas en que se anotarían los participantes, de forma que se pudiera determinar quiénes votaron a favor y quiénes no. El otro rumor era que la ausencia a las urnas sería informada inmediatamente al centro de trabajo o de estudios de los ciudadano en cuestión, lo que perjudicaría su carrera laboral o profesional de forma inapelable eirreversible.


No es desconocido que la comisión encargada del referendo había sido designada por el Partido y estaba integrada por varios de sus dirigentes. Cada uno de los colegios donde se establecieron las urnas estaba dirigido por los núcleos del partido locales, los cuales estaban encargados de velar el proceso y contar los votos. De igual forma, los canales de la información de los conteos locales a las instancias nacionales, también eran del Partido. Como, para el partido, la prioridad es la propaganda, es lógico que las cifras informadas por sus órganos –absolutamente inverificables para cualquiera que no se halle en sus más altas esferas- sólo estén de acuerdo a sus propósitos propagandísticos. Por demás está decir que, en Cuba, ninguna instancia inferior se atreve a enviar a las superiores información alguna que pudiera disgustar al Comandante en jefe so pena de sufrir las consecuencias.


Finalmente, el 24 de febrero de 1976, en acto solemne y público celebrado en el Teatro "Carlos Marx" en la ciudad de La Habana, fue proclamada la Constitución socialista de la 12ª República Cubana.


En el acto de proclamación constitucional, se informó que, de un total de 5.717.266 electores, ejercieron el voto 5.602.973 para un 98% de asistencia a las urnas. De los mismos, 5.473.534 dijeron "sí", o sea un 97,7% de los que votaron, y 54.070 dijeron "no", el 1%. Asimismo, 44.221 votaron en blanco (el 0,8%) y hubo 31.148 boletas anuladas (el 0,5%). No ejercieron su derecho al voto 114.293 electores (el 2%). Una democracia tan perfecta y tan paradigmática no puede menos que levantar sospechas.


Con la "aprobación" de la 12ª República de Cuba pareciera que Fidel Castro, el máximo adalid de la independencia y el nacionalismo en Cuba, había logrado su cometido de entregarle la Isla en forma incondicional a los rusos. Sin embargo, este debería enfrentar, a pesar de su control total sobre el país, el acto que más había temido en toda su vida: ser ratificado por una votación nacional como máxima figura del país. Para ello, recurrirá a uno de los capítulos más oscuros –que no son pocos- de su vida política


*Ver en este mismo blog el comentario del 21 de abril del 2010, "Democracia a lo Soviético".


**Ver el comentario "Omnipotencia y omnisciencia del Partido Comunista" del 27 de abril de 2010 en este mismo blog.