Tuesday, September 1, 2009

Un 1984 eterno sin año nuevo


Una tarde veraniega a finales de los 70, andaba con el Chino, uno de mis ya difuntos colegas del inxilio*, por la Habana, la verdadera Habana, la calle Obispo, llena de gente en busca de todo lo que faltaba y que no se podía encontrar pero seguían buscando. No recuerdo tras qué andábamos, un libro o alguna película en un cine ruinoso, de pronto, el Chino se viró: “¡Profe!”. Entre la multitud de transeúntes, un hombre de casi cincuenta años se volvió. Parecía extraviado, como uno se esos "abducidos” por los alienígenas, acabado de soltar allí mismo por un platillo volador. El Chino se le acercó “¿Cómo está profe, dónde ha estado? Nunca supimos más de usted” El hombre respondió robóticamente. "Acabo de salir del Combinado**". El Chino quedó patitieso, yo, en suspenso. “Pero, ¿por qué?” El "profe" se encogió de hombros. “Había escrito algunas cosas para mi consumo, no sé cómo se enteraron. Entraron a mi casa, y me llevaron con todos mis papeles. Me condenaron a tres años por 'propaganda enemiga' sin haber publicado ni jamás enseñado nada a nadie…” Aún estaba perplejo. Para mí no era una novedad, sólo una corroboración. El régimen no permitía la más mínima disensión. Vivíamos la novela de Orwell, un eterno 1984 sin año nuevo. Conocí decenas de personas que corrieron la misma suerte y no eran de los que se consideraban "contrarrevolucionaros". Recuerdo a Orlando Sánchez Tajonera. Me ayudó cuando se me ocurrió la peregrina idea de ser filósofo extraoficial. Trabajaba como humilde profesor de ruso en el instituto de Filosofía allá en la calle Calzada. Hombre muy decente y hasta candoroso pero completamente traumatizado. En medio de cualquier conversación, caía de pronto en el abismo de la depresión y, sin más acá ni más allá, rompía a preguntarse, desesperado, "pero, ¿qué he hecho yo? ¿por qué me hicieron eso?" y volvía hacer la historia de cuando estaba en la U.R.S.S. haciendo su doctorado, a punto de casarse con la muchacha rusa más linda de la Universidad de Lomonosov. Entonces, sin mediar explicación, lo montaron en un avión de regreso a Cuba. Aquí, le confiscaron sus papeles y, todos los meses durante años, venía alguien de la seguridad del estado a su casa a intimidarlo. No tuve que indagar mucho para saber el misterio. Su tesis de doctorado consistía en un refrito de la ética de Hegel para adecuarla al marxismo: la oposición entre moral social y la moralidad individual. Y aquí viene lo mejor. Según Orlando, ciertos individuos desarrollaban una moralidad más progresiva que el resto de la moral social. Así, se convertían en la "vanguardia política". La moral social era, entonces, impulsada por semejante vanguardia hasta un punto en el cual superaba a esta, que se quedaba rezagada con respecto a la moral social y debía ser sustituida. Orlando nunca se percató de que algún sesudo de la “inteligencia” encontró en su tesis una remota crítica a Fidel Castro. Pasó así diez años pero tuvo suerte. El difunto Mario Rodríguez Alemán –más tarde, también, él mismo expulsado de su decanato y lanzado al ostracismo- lo rescató y se lo llevó de profesor de Filosofía al Instituto Superior de Arte. Otros no tuvieron semejante suerte. (Continuará)
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* Inxilio, lo parecido a un exilio pero sin salir del país. Es un gran grupo de personas que sufrir del ostracismo de un régimen que rechaza, margina y persigue a todo cuanto no se le adhiere irrestrictamente.

** Centro Penitenciario Combinado del Este, cerca de Ciudad de la Habana.

1 comment:

  1. Los miembros de esa nueva Generacion" de la "Nueva Troba" vendieron su alma al diablo por comodidad falta de valor y entreguismo. Vision tuvieron, pero le falto valor para enfrentar al tirano y prefirieron venderse por un acomodo en la selecta sociedad de las prevendas. Silvio y Milanes han tenido muchas oportunidades de abandonar al regimen, pero ya estaban muy comprometidos. Su vida en el exilio no hubiera sido facil por no decir imposible. Yo fui testigo cuando comenzaba la secundaria de esa batida que desencadeno en ese abuso de poder de confinar en campos de concentracion a todo aquel que luciera o pareciera: "lumpen" "homosexual" "proxeneta" "vago" o cualquier otro peyorativo que los "paladines" de crear al hombre nuevo proclamaban y el pueblo como cordero miope aceptaba. Por eso es que "cada pueblo tiene el gobernante que se merece, hasta que lo desee" (El Gavilan 1996)

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