Wednesday, November 4, 2009

EL TERCER “CHE” (SEGUNDA PARTE)


Cierta noche, mi madre llegó de una larga reunión en su empresa, llena de entusiasmo y felicidad. La reunión había sido entre el mismísimo Che Guevara y varios directores de empresas. Como jefa de despacho de uno de ellos, ella había tenido “el privilegio” de asistir a la misma. Poco después, uno de sus más antiguos compañeros de la época de luchas le hizo una visita y me sorprendió que ambos tuvieran una acalorada disputa. Mi madre no le había permitido un comentario sobre la soberbia del argentino. Ella consideraba al Che como la persona más estricta, honesta y consagrada del sistema solar. Sin embargo, aún el Che no había asumido la imagen espartana que le convertiría en líder de los “verdaderos revolucionarios” opuestos la nueva clase que comenzaba a medrar alrededor de Fidel Castro. Cuentan que, en una reunión con sus subordinados y colaboradores, el Che se desplayaba sobre la necesidad de la más estricta austeridad en momentos de escasez extrema cuando comenzaba a sentirse el embargo norteamericano. Uno de los asistentes lo interrumpió para objetar que para él era fácil decirlo ya que recibía una cuota de suministros adicional por su condición de dirigente. Este fue el momento en que Che se desayunó que compartía el mismo pecado original de la dirigencia de la que tanto pretendía diferenciarse y a la que incluso criticaba por sus privilegios y corrupción en forma tanto implícita como explícita. Entonces, le ordenó a su esposa Aleida, para gran disgusto de esta, que rechazara la cuota especial que le correspondía como líder político. A partir de entonces, trabajó intensamente en crearse una imagen mediática de ascetismo y consagración infinita a la revolución. Su actitud contrastaba con las prerrogativas y el envilecimiento de la nueva clase burocrático militar, compitiendo fuertemente con el liderazgo de Fidel Castro. Así, a diferencia del resto de los dirigentes revolucionarios y, sobre todo, del propio Comandante en Jefe, que se iban alejando del pueblo como las galaxias entre sí, el Che comenzó una agresiva política de acercamiento al mismo. En tal sentido, aparecía continuamente entre los obreros en los llamados trabajos voluntarios que implantó casi como obligación y en las movilizaciones populares a las labores agrícolas, así como en las continuas reuniones que realizaba en todos los organismos económicos en su cruzada de organización y productividad, amén de indagar entre los trabajadores sus problemas y sus necesidades. En consecuencia, creó un cuerpo de inteligencia que bajo cualquier ropaje (vendedores de maní tostado, conductores de ómnibus, vagabundos, etc.) recogía el estado de opinión del pueblo. Por otra parte, los discursos del Che eran los únicos que tenían marcadas diferencias con los de Fidel, en oposición al resto de sus camaradas, cuyas alocuciones eran meros resúmenes de las últimas intervenciones de este. Su fotogenia contracultural y su cálida voz de cantante de tango chocaban con la rudeza y la voz enflautada del Comandante en Jefe. Pero el Che no se limitó a crearse una imagen mediática. La posición del Che Guevara, primero, como presidente del Banco Nacional y, después, de ministro de industrias, le daban prácticamente el control casi total sobre la economía del país. Ello resultaba muy incómodo para Fidel Castro, quién apoyaba su liderazgo nacional en toda una serie de “milagros revolucionarios”, es decir, “palos” propagandísticos, entre los cuales primaban toda una serie de planes “experimentales” (léase arbitrarios) en la agricultura que implicaban costosísimos e improcedentes desvíos y derroches de recursos. Estos chocaban continuamente con los controles y las reglamentaciones impuestas por el Che, así como los planes de racionalización de este. Colaboradores cercanos de ambos testimonian varios altercados entre ellos. El colaborador más íntimo de la guerrilla, quien dirigió el gobierno secreto de Fidel Castro con los comunistas desde su casa de descanso de Tarará, el mismo que había propiciado el contacto inicial con los rusos y con los movimientos de extrema izquierda del tercer mundo, ahora era el principal contendiente en el liderazgo y la dirección política del país. Pero, el Che Guevara no sólo se había convertido en el principal competidor político a nivel nacional sino, incluso, internacional. El argentino no sólo disputaba el liderazgo de Fidel ante los movimientos de liberación del tercer mundo sino que se oponía a la alianza con los soviéticos –los principales sostenedores del gobierno de Fidel castro- no ya por su concepción del socialismo basado en el estímulo material de los trabajadores –que despreciaba Guevara en oposición a su admiración al “moral” socialismo chino y norcoreano- sino, sobre todo, por su política de coexistencia pacífica y contraria a la guerra de liberación de los pueblos. Claro, esto no tenía nada que ver con la teoría de la revolución sino con las pretensiones de liderazgo mesiánico que abrigaba Ernesto “Che” Guevara, las cuales chocaban con la estructura de las organizaciones sociales aliadas del Kremlin. En realidad, todas estas, los partidos comunistas, los sindicatos, las organizaciones juveniles, etc. no eran más que partes de la red global de la inteligencia y el aparato propagandístico del Partido Comunista de la Unión Soviética, sin ninguna independencia ideológica ni pragmática de este. Su papel consistía en seguir al pie de la letra la política y las estrategias internacionales del Politburó soviético, lo que le dejaba muy poco espacio a las ambiciones del Che Guevara. A diferencia del genio intrigante Fidel Castro, el Che Guevara no tenía el talento como para brillar a la sombra del enorme imperio ruso. Como tampoco tuvo la visión telescópica necesaria como para prever las consecuencias de nadar en un mar político infestado por los depredadores más peligrosos del planeta. Mucho menos podían vislumbrar sus seguidores como mi madre y sus compañeros el giro que para sus vidas tomaría la lucha por el poder que se operaba muy por encimas de sus cabezas, en las esferas invisibles del poder revolucionario. (Continuará)

1 comment:

  1. El punto y aparte existe. Muy largos estos post. Son ladrillos. la regla de oro de escribir para internet es hacer parrafos muy breves. De cuatro lineas como mucho.

    Coces ladrillos. No haces parrafos. Es un reto visual llegar a la tercera linea.

    Llegar uno llega al blog (por el debate en Cuba Inglesa) pero volver no creo que vuelva, y leer es una de las tareas de Heracles.

    Suerte.

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