Thursday, November 19, 2009

EL TERCER “CHE” (TERCERA PARTE)



Como ya he dicho, mi madre era una fanática del Che y de su "nuevo" sistema financiero administrativo. En consecuencia, trabajaba todos los días hasta tarde en la noche en pro de su aplicación. Ello se combinaba con larguísimas reuniones, trabajos voluntarios, guardias de milicias y del CDR que, junto a sus estudios en la Universidad, la tenían completamente absorbida y exhausta pero feliz. Así, quedé bajo la blanda supervisión de mis abuelos, mucho más condescendientes que ella, que me permitió correrme más tiempo con la pandilla del barrio. Tantas fueron mis fechorías -que llegaron hasta la fuga sistemática de la escuela secundaria desde la mañana para aparecer tarde en la noche- que mi padre descendió de las nubes a poner orden y me becó en un remoto instituto tecnológico para alejarme del poco revolucionario influjo callejero.

Meses después de mi encierro -a mediados de 1964, creo-, en uno de aquellos escasos pases de fines de semana, al llegar a mi casa, encontré a mi madre desconsolada. Su empresa había cerrado y ella, como casi todos los cuadros del personal administrativo, había sido "racionalizada", eufemismo que se empleaba en aquella época para clasificar a los desempleados. Había comenzado la ahora ignorada "lucha contra el burocratismo". Los medios arremetieron violentamente contra el aparato de control económico creado por el Che. Las publicaciones y programas televisivos cómicos se mofaban de las siglas de las empresas, inventando algunas como la ECOTIMBA, la ECOBEMBA y otras peores para desprestigiarlas más aún ante la opinión pública. Hasta una de las películas más recordadas del cine revolucionario (La Muerte de un Burócrata de Tomás Gutiérrez Alea) fue ampliamente financiada por el estado para integrarla al arsenal de esta nueva "batalla" revolucionaria. Fue en aquella época en que la gente se percató de la desaparición del Che de la vista pública y comenzó a correr de boca en boca el rumor de su partida a "otras tierras" para luchar por la liberación de los pueblos.

Aunque a los adolescentes nos estaba vedado acceder a los corrillos de adultos, cuando mi madre recibió el título de su graduación universitaria, la escuché murmurarle a una antigua compañera de luchas "de qué me sirve este título ahora que a él lo han desaparecido". No había que ser muy avispado para saber que ese "él" de marras no era otro que el Che Guevara. Años más tarde, llegó a mí el rumor de que este había sido secretamente sustituido por ciertos problemas ocurridos en un central azucarero. Sin embargo, mucho tardé en comprender que el Che había perdido su lucha por el poder en Cuba. Las campañas "revolucionarias" que siguieron su mutis político fueron diseñadas, entre otras cosas, para borrar del mapa todo el trabajo que había desempeñado en institucionalizar la economía socialista. Así, la lucha contra el burocratismo no sólo desarticuló todos los mecanismos administrativos y de control económico sino que expulsó de la estructura estatal a todos los funcionarios formados por el Che. Posteriormente, la ofensiva revolucionaria y la lucha contra la "microfracción" terminaron el proceso de hundir al país en la más absoluta anarquía y posicionar en los órganos del Estado todos aquellos elementos absolutamente fieles a Fidel Castro a cambio del disfrute de la malversación de los despojos de lo que había quedado de la otrora nación cubana.

Particularmente, el proceso de la "microfracción" fue dirigido oficialmente contra los elementos comunistas que nunca aceptaron la entrega del partido a Fidel Castro por Blas Roca y Carlos Rafael Rodriguez. Sin embargo, en este proceso, cayeron en desgracia y hasta en prisión muchos revolucionarios del 26 de julio, del directorio revolucionario y otras organizaciones revolucionarias sin relación con los comunistas. Si entre 1959 y 1964, Fidel Castro había logrado eliminar toda la oposición interna denominada como "contrarrevolucionaria", en 1968, logrará eliminar toda la disidencia o competencia política dentro de las filas revolucionarias. Las barreras de selección para ingresar al Partido y a la Juventud se habían bajado desde un par de años antes para darle la entrada a la multitud de arribistas y marginales que acallará los elementos revolucionarios que aún intentaban mantener a la revolución dentro de determinadas pautas morales y políticas. Algo peor ocurrió con la Federación de Mujeres Cubanas y los Comités de Defensa de la Revolución. Estos dejaron de ser clubs exclusivos de revolucionarios, bajo protesta de muchos, para convertirse en organizaciones masivas y obligatorias con el fin de controlar a toda la población. En el 68, además, la llamada "ofensiva revolucionaria" terminará de implantar el monopolio estatal absoluto sobre la economía, eliminando las más microscópicas actividades económicas particulares en la Isla con la confiscación de hasta las latas que llevaban al hombro los vendedores ambulantes de maní. Fidel Castro, vencedor absoluto, se alzará así con el poder total y embarcará al país en los más descabellados planes económicos y políticas internacionales. Y, mientras mi madre lloraba la muerte del Che en octubre de 1967, una turba vino a derribarle literalmente a palos del frente de nuestra casa el cartel del Comité de Defensa de la Revolución que ella había fundado en septiembre de 1960 para entregárselo a la persona más corrupta y marginal de la cuadra, mujer de un agente de la seguridad del estado por demás.

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